Ana Maria Huarte de ITURBIDE

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¿Su esposa?

Guerrero quedó perplejo ante lo que estaba sucediendo, lo único que pudo hacer fue mirarla: alta para una mujer, cabello negro recogido en una moña llena de cursis pasadores, los ojos cafés, simples y llanos, no había una pizca de simpatía en ellos, se podría encontrar más inteligencia en los ojos de una ardilla que en los de ella. Su piel era blanca, pero no como la de Iturbide, tenía un tono que podría decirse enfermo, había visto pieles blancas de otras personas y eran mejores que las de ella. Iturbide tenía la piel uniforme, lechosa, suave y tersa, recordar la noche anterior lo sonrojo por un momento, luego regresó a la realidad y vió de nuevo esa piel enferma. Entendía que el matrimonio era evidentemente arreglado, pero por lo menos sus padres pudieron comprarle un mejor arreglo matrimonial a Iturbide, el hecho de pensar de que Iturbide tuvo que pasar noches en la cama con esa mujer... se horrorizaba  de solo pensarlo.

Toda esa información bombardeaba su cerebro, todo pasaba demasiado rápido. Esto provocó que su tez se tornará pálida de un momento a otro.

-Mi general ¿Está usted bien?-dijo un soldado que se encontraba cerca de él.

-¿Eh? ¡Si! Si. Todo está bien. Posiblemente algo me cayó mal.- se llevó una mano a la cabeza para pasarla por su cabello y tratar de regresar sus pensamientos a la realidad- Creo que iré a....iré a caminar un poco.

-Vicente...- trató de detenerlo Agustín, más el mexicano tenía sus pensamientos tan enredados en su cabeza que no le hizo caso y se alejó de aquella pequeña aglomeración.

-Dejale querido. Tú y yo tenemos mucho que platicar- dijo Ana María mientras se le colgaba del brazo a su esposo. Esto hizo que Agustín dejara de ver la gallarda figura del insurgente alejarse de su vista. Soltó un pequeño suspiro y asintió hacia su esposa para empezar a caminar hacia su ya armada tienda de campaña.

¿Qué estaba pasando?...

Sentía...como un pequeño dolor en el pecho. Como un nudo en el estómago. Cómo un peso en su pecho.

¿Por qué sentía esto? ¿Que era esa extraña sensación? 

¿Preocupación?¿Nervios? ¿Ansiedad?... Tal vez...

¿Culpa?...

*

-¿Me extrañaste?- le dijo Ana María a su esposo- Te estuve mandando cartas...lo único que supe de ti fue que te dirigías a Acatempan ...-

Llegaron a la carpa que estaba en el centro del campamento y entraron, Ana María se sentó e inmediatamente gritó.

-¡¡Sirvienta!!...¡¡Sirvienta!!-

-¿Si, doña María?- dijo mientras entraba apurada la siempre atenta nana de Iturbide. - Le recuerdo que me puede llamar por Doña Xóchitl- aclaró algo molesta pero tratando de esconderlo.

-Me cuesta pronunciarlo, "sirvienta" te queda mejor- dijo Ana María - Además Doña Maria, me hace sentir vieja, llámame Ana Huarte de Iturbide, suena mejor.

-¿Qué requiere mi señora Ana Huarte de Iturbide?

-Señorita, señorita. -recalcó Ana María- "Señora" es para viejas. Se me antoja un poco de chocolate, y rápido porque si se enfría ya no me gusta...y tambien me gustaria una tarta de fresas...y...

-Señorita, aquí no hay nada de eso, lo más que le puedo ofrecer es tepachito y tortilla-.

-Ay no puede ser, Agustín ¡Haz algo! ¿Cómo puedes vivir en esas condiciones?!-

-Si, Ana María- replicó su marido con un enfado evidente y pidiendo que la prudencia y la paciencia no lo abandonaran - En la guerra, tener algo que comer es un privilegio, sea lo que sea-

-Que horror...- Ana Maria estaba asqueada y sorprendida.

-Doña Xochitl, puede retirarse- Interrumpió Agustín, hablándole con la dulzura con la que siempre se dirigía a Doña Xóchitl, la cual acató el pedido y se retiró. Una vez se había ido, volteó a ver a Ana Maria

-Ana, debes tratarla con más respeto-.

-¿A una vieja sirvienta?, no veo cómo es que la sigues empleando... -

Agustín respiro profundamente tratando de calmarse mientras se presionaba el puente de la nariz en un vano intento de encontrar algo de calma.

-¿A qué vienes?-

-¿Como que a qué vengo? Vine a ver a mi esposo, que según él, me extrañaba demasiado-.

Agustín soltó una pequeña risa.

-Conociéndote, sé que ese no es el principal motivo, dime entonces ¿A qué vienes?-.

-Estoy embarazada-.

*

Mientras tanto, Guerrero se había alejado un poco de las personas, quería estar solo así que ordenó a alguno de sus soldados que mientras le hicieran el favor de levantar su tienda de campaña. 

Después de caminar un poco, llegó a un pequeño bordo que había cerca del campamento y donde los caballos estaban amarrados para que tomaran agua.

Inmediatamente identificó a su amado y fiel corcel y se le acercó.

-Tiene esposa...tiene esposa- dijo mientras acariciaba a tan majestuoso animal.

Era raro, pero le tenía un afecto muy grande a ese caballo. Era un corcel muy noble y valiente, a parte de que su pelaje gris era hermoso. Nunca le había dejado solo en toda esa guerra. Nunca había titubeado, nunca le había fallado.

-No se ni por qué me sorprende... él ya me lo había contado...- continuó con pesadez.-  Además, un hombre como él...tan valiente, tan audaz, tan inteligente, tan... - ni siquiera pudo terminar la frase pues se dio cuenta que un sonrojo había subido hasta su rostro, dándole aún más pena y terminando por soltar un pesado y largo suspiro mientras recargaba su frente en el cuello del animal, dejando que las crines del mismo le cubrieran el rostro -¿Cómo puede estar con esa mujer?...Soy un idiota ¿No es así?

El caballo sacudió su cabeza mientras soltaba un pequeño resoplido.

-Bueno, al menos tú no lo crees.- Ese pequeño acto del animal logró sacarle una pequeña sonrisa, sin separarse del animal comenzó a acariciarle. - Gracias amigo.

-General- Lo interrumpió un grupo de soldados- A llegado una carta para el general Iturbide.

-¿Porque no se la han entregado directamente a él?-

-Está en su tienda, parece que está ocupado con su esposa- Los soldados se rieron, el albur era algo inevitable. Guerrero se quedó inmóvil mientras sentía como ese molesto pensamiento le invadía el cuerpo...¿Qué estarían haciendo en esa carpa?... Los peores pensamientos siempre invaden al más fuerte mientras  los brotes de los duda y la envidia florecían en él, pero aún así, no olvidaba su deber y regresó a la realidad. 

-Retirense.- al fin dijo Guerrero y enseguida los soldados se retiraron cuchicheando algunas cosas sobre Ana Maria y alabando su atributos de mujer, "Como si nunca hubieran visto a una mujer" carraspeo Guerrero viendo la carta.

-¿O...O'Donojú?¿Quién será?- guardó la carta en su pantalón y se dirigió al campamento....

Abrazo Entre Caudillosजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें