Celebración

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Pasó un poco más de dos meses, nuevas noticias habían llegado de toda Nueva España. Muchos insurgente y realistas ya formaban parte del Ejército Trigarante. Ahora Iturbide contaba con el apoyo de Antonio López de Santa Anna, Nicolás Bravo, Anastasio Bustamante, Ramón López Rayón, entre otros. Pero aún el virrey mostraba resistencia en apoyar el Plan de Iguala, a pesar de las cartas que Agustin le había mandado.

*

Tuve que acudir a muchas entrevistas para convencer a diferentes generales, tanto realistas como insurgentes para que se nos unieran al Ejército. Y aún con ayuda de Guerrero y los nuevos, las batallas contra los realista renegados nos seguían pareciendo difíciles.

Con el paso del tiempo, no tardaron en llegar victorias para nosotros, como ejército estábamos bien organizados y había logrado reunir lo mejor de lo mejor de los dos ejércitos, aunque me preocupaba la constante negativa del virrey.

Como era de esperarse, mi idea de liberación se había propagado, noticias de todas partes llegaban, en la Alhóndiga de Granaditas ya habían terminado con la siniestra exhibición de los cráneos de Hidalgo, Allende, Jiménez y Aldama; y en otros lados habían adoptado mi bandera como emblema y se negaban a obedecer las órdenes del Virrey cuando pedía que las retiraran.  A tan buenas noticias  propuse convocar una pequeña fiesta, quería distraerme de tanta política y agotadoras batallas, nos lo merecíamos y,  además, unos soldados habían traído bebidas, no las íbamos a desperdiciar.

Convoqué a mis más cercanos amigos, los de mis circulo de confianza, entre ellos, Guerrero. Lo vi muy entusiasmado cuando lo invité y lo presenté con mis compañeros, aunque ellos no lo vieron con buenos ojos, tal vez por su piel, me molestó esa actitud por parte de ellos. Decidí incluirlo en todas la pláticas, no quería que se quedara atrás, además, poco a poco Guerrero se fue ganando a mis amigos.

*

Después de mucha burocracia , Iturbide había tenido la gran idea de organizar una fiesta para los soldados, realmente había muchas razones para hacerlo. Muy emocionado elegí mis mejores ropas, era una camisa blanca de haguayo, un pantalón negro y un cinturón rojo de ceda.

Cuando llegué a la fiesta ví a Agustín, siempre tan elegante y tan carismático. Inmediatamente me percaté de la mirada que siempre me dirigía, ahora parecía más intensa. También noté la mirada de sus amigos, conocía la desaprobación de sus miradas, me puse nervioso, pero Iturbide me dió una espléndida bienvenida, se mostraba cálido como siempre, era muy atento conmigo, cada vez que yo hablaba ponía especial atención en mi, siempre ofrecía a llenar mi copa, aunque me mantenía por no tomar mucho. Pero él y los otros no tenían educación para tomar, parecían no apreciar el trago, y como era de esperarse, después de un rato, Iturbide ya estaba ebrio.

-Mi Vicente, lo noto muy serio...- dijo Iturbide mientras recargaba un brazo en mi hombro y sostenía un vaso de mezcal en su mano -Acompáñame con un mezcal...- sentí un empujón.

-Mi General Iturbide, que hace con este negro si para eso nos tiene a nosotros- dijo un teniente riendo con sus acompañantes. A Iturbide no le agradaron sus palabras, lo supe por su rostro, noté las arrugas de su entrecejo y su mirada pesada, sin vacilar se puso en posición de guardia sin sacar su espada, estaba a punto de enfrentarlo:

-¡¿Cómo se atreve a hablarle así a mi buen amigo Vicente?!-.

Inmediatamente me puse entre los dos y los aparté:

- ¡Caballeros! Los dos están en mal estado, hagan favor de comportarse antes que hagan algo de lo que puedan arrepentirse- el teniente me miró con desprecio y me atacó, fue fácil dejarlo en el suelo.

Los acompañantes del teniente lo ayudaron a levantarse y cuando lo hizo, me escupió, dió media vuelta y se fué. Iturbide casi lo ataca por la espalda a no ser porque lo tomé del brazo. Se volvió hacia mí.

- Vicente, lo siento mucho, estos idiotas no saben apreciar lo tan valioso hombre que es usted...- me dijo Iturbide irritado, pero con ese toque de ternura que me gustaba.

-Está bien, no te preocupes...- le dije.

La reunión siguió con quiénes habían quedado, me estaba divirtiendo, no todos los tenientes eran igual de temperamentales como el anterior.

- Agustín, ya deberías irte a dormir - ya era muy tarde como para seguir.

- Todavía es temprano y...- no lo dejé terminar y procedí a cargarlo cual saco de papas, me sentí con la libertad de hacerlo, pues no había nadie más que nosotros.

Lo llevé a su tienda, pensé dejarlo en su sillón pero temí que se cayera, así que preferí dejarlo en su cama. Cuando lo recosté sentí como sus manos se aferraban a mi ropa, no me soltaba, lo miré y me sorprendí puesto que él también me miraba. Me perdí un momento en sus ojos claros.

- Agustín, debes descansar...- reaccioné un poco mientras traté de librarme de sus fuertes manos, pero él se aferró más, no me dejaba de mirar y se acercó más a mí, a tal grado que logré percibí su característica colonia, yo me quedé inmóvil, tal vez por miedo o tal vez por la hipnosis del momento. No tardé en sentir como sus cálidos labios  tuvieron contacto con los míos, había pasado lo impensable, me había besado. No lo podía creer.

Inmediatamente después de robarme el beso él cayó dormido, pero yo seguía ahí, con el rostro ardiendo y el corazón a mil por hora. Salí de la tienda, estaba en shock, lo que más temía se había vuelto realidad. Ahora todo tenía sentido. 

*

Desperté, sorprendentemente en mi cama, había bebido mucho la noche anterior, apenas si recordaba lo que pasó además de que tenía un dolor de cabeza tremendo, sentía como si miles de ejércitos me hubieran pasado por encima.

Me dispuse a levantarme, me quedé sentado un rato en mi cama con la mano en la frente, estaba empezando a recordar una discusión.

Me levanté a lavarme la cara y mientras sentía el agua en mi rostro, recordé a Guerrero en mi tienda.

Tomé un paño para secarme, la cabeza me daba vueltas pero el mareo cesó súbitamente, me quedé paralizado, palido, sentía como me bañaba en sudor frío. Recordaba un beso.

Me quedé quieto un par de segundos que se sintieron como horas. Salí de mi tienda, la luz del día indicaba medio día, o mas tal vez más tarde, pero el Sol me lastimaba y la necesidad de encontrar agua me atormentaba.

- Buenas tardes, General Iturbide- dijo un soldado muy cortés.

- Buenas tardes... - contesté algo serio. "¿El ejército sabrá del beso?". La idea me mantenía inquieto, ahora sí la había arruinado.

Entré a mi tienda, agradecí la tenue oscuridad que brindaba,  la cabeza me pulsaba menos ahí. La sed persistía y tomé más del agua que traía, me di la vuelta para regresar a mi cama y descansar pero una silueta de pie con los brazos cruzados y con una característica mirada severa que reconocí de inmediato me esperaba, era Vicente.

Abrazo Entre CaudillosWhere stories live. Discover now