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YA NADA TENÍA SENTIDO. La luz del sol había desaparecido. Su cuerpo era usado como un trapo, para después dejarla ahí, tiritando. Almorzaba cigarrillos y cenaba sobras. Le autorizaban duchas una vez a la semana. No sabía ni siquiera en qué día estaba. Ya no conocía la calidez de una cama, tenía que conformarse con aquella sucia almohada y la sábana rota. Darby Sabini le decía que la llevaría a un lugar cómodo, donde sería tratada como una reina, pero aquel día, nunca llegaba y nunca lo haría. Sentía culpa, remordimiento; era su culpa por alejarse de John, era su culpa entretenerse en sus pensamientos, fue su culpa haber pedido un vaso de ginebra y tónica.
- Hola, hermosa.
La acentuada voz de su secuestrador le erizó cada vello del cuerpo y sintió su corazón acelerarse rápidamente. Se arrastró hacia atrás, sintiendo miedo del próximo movimiento que el hombre pudiera hacer.
- Oh, tranquila cariño, no te haré daño. Te traje té - sonrió.
Sabini le daba té con morfina a Pearl cada que la iba a ver, principalmente para que no sintiera mucho dolor cuando la rompiera.
- Estás tan hermosa como la última vez, amor - susurró acariciando su mejilla.
- Tommy... él, ¿él está bien, Tommy? - preguntó Pearl en un hilo de voz.
