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NO ERAN DÍAS LINDOS, pero al menos se tenían a sí mismos. Pearl se había dado por vencida, sólo esperaba el día en que tocara su turno para morir. Habían hospitalizado a John y Michael por heridas de balas, la joven había curado a ambos muchachos con toda la energía que le quedaba, aún sabiendo que podría afectar a su futuro bebé. Y por ese mismo tema, Tommy pensaba qué tal vez era mejor mentirle a Changretta con que su esposa estaba muerta.
Ella no estaba para ningún juego y, si era por su familia, haría lo que fuera, incluso traicionar a sus principios, pues volvería a profesar el ocultismo negra.
Pero después de asesinar a algunos miembros de la mafia italiana, Luca supo quién estaba causando aquello sin tocar a nadie.
— Escuché que está embarazada, muchas felicidades. Dios la bendiga a usted y a su precioso bebé — susurró rodeándola.
— Muchas gracias, señor Changretta.
— Dígame Luca, me hace sentir viejo — sonríe. —. Señorita, he oído sobre usted... quizá sólo rumores, pero he oído historias.
— Me halaga que sepa de mi existencia, dígame, ¿qué es lo que le contaron? — preguntó atenta.
— Es la bruja, ¿no? El arma secreta de los Shelby. Dicen que una sonrisa de usted logra enamorar a cualquiera que la mire, dígame, ¿es eso una verdad?
