29

1.2K 118 108
                                    

Gustabo recién salido de la ducha revisó si su tío seguía allí, una vez que vio que se había ido fue a su habitación y se puso unos boxers y una camiseta ancha de manga corta blanca, el dolor de tripa que tenía era insoportable, y ahora sumándole más al de cabeza. Debía de dejar de rayarse por todo lo que estaba pasando, pero se le era imposible, la cosas no cuadraban... Pero, qué podía hacer?

El rubio se preparó una infusión para luego volver a su habitación y sentarse en la cama para tomar un par de sorbos, después dejo la taza en su mesilla y se metió de nuevo en la cama tapándose con la manta hasta los ojos y abrazando un cojín.

¿A quién le cuento esto? ¿Debería de contarle a Horacio? ¿Y a Jack? Su madre y su tío le dijeron que no podía decir que Marco estaba allí pero... ¿Qué hay del dinero? -Todos y más pensamientos inundaban la cabeza del chico, la cual le empezó a doler más, así que intento relajarse cerrando los ojos.

.-.-.-.

-GUSNABO?! -Gritó el de cresta tras cerrar la puerta principal con Jack detrás, al no haber respuesta por parte del rubio el de cresta supuso que estaría durmiendo. -Ve subiendo yo voy a hacer algo de comer ahora subo. -El pelinegro asintió dejando al de cresta para subir las escaleras.

Caminó un poco por un pasillo, la casa era grande, no tanto como la suya pero era grande. Divisó la puerta del rubio la cual ya había visto alguna que otra vez, cuando ni Horacio ni Raquel estaban... En fin, abrió lentamente la puerta, encontrándose con el menor tal y como se había acostado, con la sabana tapándole hasta arriba y abrazado a una almohada. Jack le miró con una pequeña sonrisa "que tierno" pensó.

-Gus... -Susurró el pelinegro sentándose al lado suyo, poniéndole una mano en el pelo para acariciarlo, el rubio pareció no inmutarse. Conway le puso la mano en la frente para tomarle la temperatura. -Joder estás ardiendo. -susurró.

Gustabo abrió un poco los ojos.

-Horacio? -Preguntó.

-Me ves con pinta de llevar cresta? -Dijo el pelinegro sonriendo, contagiándole la sonrisa al rubio, quien se metió por completo debajo de las sabanas. -Qué haces? -Dijo riendo.

-No me veas toy feo. -Dijo el rubio, causando una carcajada en el mayor, quien quitó suave la sabana y cogió a Gustabo del mentón, mirándolo con una sonrisa para luego besarle.

-Te tengo que repetir que eres la cosa más bonita que conozco?

-Si viejo mimoso. -Dijo riendo.

-Vengo a ver cómo estás y así me recibes? -Alzó una ceja.

-Metete conmigo me duele la tripica. -El rubio se hizo a un lado de la cama para dejar al mayor meterse con él, quien bufando se quitó las zapatillas haciendo caso al menor, poniendo su espala sobre el respaldo dejando que el rubio le abrace de la cintura encogiéndose.

-Te has tomado algo?

-Una infusión

-Y no te has tomado ninguna pastilla? -El menor negó.

-Y Horacio?

-Abajo haciendo algo de comer.

El rubio había reflexionado sobre lo que había pasado. Una cosa que le parecía rara es qué el dinero, según el Email, venía en efectivo, y cuando quisiera, con él presente se lo entregarían en la seguridad social que antiguamente les pagaba el piso. ¿Cómo es posible que tanta cantidad esté en efectivo? ¿Y por qué a su madre no le dejó nada? En el correo le mandaron una foto de la herencia escrita por su padre, y en ella ponía claramente que la herencia solo era para él.

Una nueva oportunidad- IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora