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𝑁𝑎𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑂𝑚𝑖𝑠𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒
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Nuestro querido rubio ceniza entra a la tienda con una bolsa de cuero en manos, ve a Seccal sobre su cama de ramas y paja en una repisa quien lo miraba de manera atenta mientras olfateaba desde esa distancia el aroma que desprendía aquella bolsa. El alfa mira a su alrededor buscando al pecoso y al darse vuelta lo ve entrando al almacén con un arco en manos soltando un suspiro, al ver al gruñón sonríe levemente.
— Buenas tardes, príncipe Bakugō —.el alfa asiente en forma de saludo y se hace a un lado, mostrándole la bolsa al mismo tiempo que Seccal baja volando olfateando más de cerca la "ofrenda". El omega se acerca algo inseguro y abre el empaque, viendo perfectamente dos platos sellados con una cinta firme, de los extremos soltaban vapor por lo que abrió uno de los recipientes y tan sólo oler el exquisito aroma de la comida y ver como estaba bien acomodada se le hizo agua la boca, no podía creer lo que estaba viendo: un platillo de Katsudon recién salido del horno.— ¿P-para mi? —.lo dice sin despejar su vista de tal belleza, el rubio le confirma que era para él y que el otro plato era para Seccal. Pensó que al dragón le gustaría probar el platillo.
Y vaya que tenía razón, la criatura da un giro de alegría seguido de su aterrizaje sobre uno de los platos. Los dos de clase baja comenzaron a comer y probar los platillos ofrecidos, el alfa sale de la tienda ordenando sus espaldas y armas que trajo por tamaño, masa y material. El omega se acerca al de pelo explosivo y observa las armas deteniéndose en seco.
— ¿Qué piensa hacer? —.
— No sé si sea lo correcto, pero como eres un simple Deku' creo que necesitas entrenar —.entrenar a un omega para él era una deshonra y delito que debe cobrarse, pero ve potencial en el pecoso. Aunque su interior lo carcomía por sus principios y la educación que le brindaron.
— ¿En serio? —.los ojos de Izuku brillaban debido a la emoción de al fin aprender más movimientos y no sólo lo básico para cazar.
— Si, ahora que terminaste de comer ven y demuestra que tanto puedes manejar una espada —.el rubio se levanta de su posición cuclillas y mira al pecoso. Ante los ojos del omega era una escena de admirar y llamativa a sus ojos, la perlas blanquecinas se asoman por sus labios para luego ir por la espada que más se acomodaba a él según su perspectiva.
— ¡Estoy listo! —.se acomoda con el arma viendo en un dos por tres una silueta rápida con una espada, ni siquiera le dio a reaccionar cuando ya tenía a milímetros una espada afilada que llegaba a brillar, no tanto como los ojos carmines que cortaban con todo al mirar.
