13. Corazones jóvenes, corazones rotos

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𝑁𝑎𝑟𝑟𝑎𝑑𝑜𝑟 𝑂𝑚𝑖𝑠𝑐𝑖𝑒𝑛𝑡𝑒

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El Dios Eriat es sabio con lo que hace. Puede que algunos sucesos sean injustos o crueles a la percepción humana, pero todo es para mantener el equilibrio en el mundo.

Los viajeros se encuentran en la profundidad del bosque, intentando alejarse del pueblo donde se hospedaron y buscando alguna solución rápida.

Luego de una extensa caminata se disponen a descansar cerca de un riachuelo. Los pies de ambos parecen reventar por el hecho de no haber descansado lo suficiente.

El príncipe ni corto ni perezoso se quita su calzado acompañado de sus calcetines, acercándose al agua fresca que tiene en frente.

Será mejor que te saques los botines y vengas a meter tus pies aquí. No quiero escuchar tus quejidos durante el maldito viaje, suficiente tengo con la lagartija.

Seccal bufa entre medio de un silbido, muy parecido a el de un gato que intenta espantar a sus enemigos.

Midoriya acaricia la cabeza de su amigo para apaciguar la situación. Después de todo, sabe por experiencia que Katsuki no lo dijo para burlarse, es su forma de demostrar preocupación.

Cumple lo pedido cayendo en cuenta del estado de sus medias luego de quitarse sus botines. Sus calcetines tienen agujeros en ciertas zonas por el roce constante de los años. No quiere mostrar aquel estado de su ropa ante el futuro rey del oeste, aunque eso le importó poco al rubio.

Se quita aquellas prendas horrorosas de sus pies y las guarda en sus botas, yendo hacia el agua dispuesto a relajar sus músculos.

¡Qué bendición!

Al omega se le escapa un jadeo ahogado de la garganta al tener contacto con la frescura, una sensación única. Su paz duró varios minutos hasta que varias gotas llegan a su cuerpo, provocándole un leve espasmo de sorpresa.

Ambos jóvenes se observan. Katsuki tiene una sonrisa burlona mientras que una de sus manos gotea con insistencia. Esto no se iba a quedar así.

Fue cosa de segundos para que se formara una guerra de agua entre el dúo para ver quien de los dos queda más empapado. Se corretean y se divierten en su burbuja imaginaria, siendo Kaminari el espectador.

Pequeñas risas son emitidas por ambos, dándole armonía al bosque. Una que otra ardilla se asoma por los troncos para ser cómplice del amor genuino de ambos.

Se detienen con el paso del tiempo para poder seguir su camino sin un rumbo fijo.

Cae la noche y con ello, deben de refugiarse y descansar para proseguir. El rubio cenizo enciende una fogata –con algo de dificultad– mientras que el pecoso va por comida.

𝗬𝗘𝗔𝗥𝗦 𝗔𝗚𝗢¦𝐊𝐚𝐭𝐬𝐮𝐷𝑒𝑘𝑢Where stories live. Discover now