Capítulo 30

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Soberbia estaba furioso.

Hace unas horas atrás, Envidia le informó que junto a Mason habían acordado que se trasladarían a Narshville. Llegando a la conclusión de que ya no podían confiar en la Alta Comisión, declararon que lo mejor sería estar en la ciudad de los mortales para cuando la guerra cayera encima suyo. Lo más prudente sería prevenir en lugar de llegar tarde por la lejanía entre ambos mundos.

Soberbia no era capaz de ocultar su enojo. ¿Por qué? Porque volver a Narshville significaría tener que reencontrarse con Rachel Vitae, quien antes fue la dueña de sus pensamientos, y cuyo lugar ahora era ocupado por un juguetón y sarcástico demonio.

Además de molesto, se sentía impotente. Supo que había complicado las cosas entre ambos cuando indirectamente le dijo a Van Woodsen que en su vida él no era nadie. Ahora tendría que remar en su pequeño bote para que el castaño quisiera acercarse a él de nuevo. Una sensación de opresión se instaló en su pecho, a la altura de su corazón. ¿Y si Samuel ya no quería volver a verlo?

Se detuvo en medio del callejón, uno de los muchos que ponían a Narshville en el ranquin de las ciudades más sombrías del país. Agudizó sus oídos. Era de noche, por lo que los venatores podrían estar acechando sus almas.

—¿Qué pasa? —preguntó Lujuria al ver que el mayor se quedaba más quieto que una estatua.

—No es nada. Solo estén alertas.

Para pasar desapercibidos en una ciudad donde nadie los conocía en realidad, Mason aconsejó separarse en pequeños grupos de tres personas y así evitar un revuelo entre los desconfiados habitantes de la zona. A Soberbia le había tocado ir con Lujuria e Ira.

El dúo era un caso aparte. Iban bromeando y maldiciendo cada vez que los largos silencios se lo permitían, como si no tuviesen tema de conversación interesante para presumir ante el rubio.
Más allá de eso, Soberbia no podía negar lo entretenido que era estar con ellos. Parecían adolescentes ávidos que se habían pasado de copas en alguna fiesta clandestina.

—Oye. ¿Y tú qué onda con el diablillo? —se atrevió a indagar Ira entre risas. No era un secreto entre ellos que su mayor había encontrado a alguien interesante en quien poner sus ojos—. ¿Ya caíste bajo el encanto del amor?

Soberbia no respondió, aunque sus expresiones avergonzadas decían más que mil palabras.
Lujuria se acercó a él y lo tomó del brazo. Ira repitió la acción, pero del lado contrario.
Iban enganchados como tres amigos saliendo de la escuela rumbo a la parada de autobuses. Quitando el hecho de que estaba oscuro y el peligro podía aparecer a la vuelta de la esquina.

De pronto, a Soberbia se le ocurrió preguntar algo de lo que tal vez se arrepentiría más tarde.

—¿Cómo enamorarían a alguien que les gusta?

Lujuria e Ira intercambiaron miradas de sorpresa.
Soberbia, el gran Pecado Original, les estaba pidiendo consejos de amor a los dos seres menos capacitados para ello. Debía estar demasiado desesperado. Ira se rascó la nuca, sin saber qué decir exactamente. Nunca había sentido algo así por alguien más, por lo que su palabra no sería del todo eficaz para que su compañero conquistara a ese complicado desterrado.

—Bueno —comenzó a titubear el castaño—. Siéndote franco, yo lo obligaría a ceder.

—¿Eh?

—Él tiene razón —estuvo de acuerdo la rubia, con una sonrisa tan estirada que a los chicos les dio miedo—. Si se hace el difícil contigo, debes unirte a su juego. Pero solo para demostrar que eres mejor jugador que él. A los demonios les gusta el juego previo.

Cuando Soberbia se enamore [✔]Where stories live. Discover now