Capítulo 5

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—El final se acerca.

Envidia y Pereza llegaron a París, la ciudad del amor, en menos tiempo del que el ángel mensajero había estipulado.

Ambas muchachas observaban los pasos que daba la criatura alada. Sus facciones se acercaban a la perfección y el aura que emanaba iluminaba toda la habitación oscurecida por la noche.

—El final se acerca —volvió a pronunciar—. Y pese a eso ni en Calum ni en Infernum estamos preparados para lo que se viene. Creemos que las fuerzas oscuras, las mismas de hace miles de años, volverán más fortalecidas que nunca.

—Los venatores no han dado señales desde la Última Gran Asamblea —comentó Envidia, mientras jugaba con la daga que Gula le había dado hace quinientos años—. Y tampoco sabemos su ubicación exacta en el plano terrenal. ¿De verdad crees que se estén preparando para la Segunda Guerra Celestial?

El ángel negó y sus dorados rizos se movieron a la par.

—No, pero les aseguro que hay quienes sí. En el reino de los demonios ya alertaron al Ejército Espiritual. En Calum establecieron toque de queda.

—¿Se esconderán mientras los oscuros aterrorizan a los humanos? —inquirió Envidia—. Es lo más cruel que tu séquito de ángeles ha hecho en milenios.

La criatura bufó.

—No es esconderse sino esperar el momento oportuno. La Alta Comisión se ha reunido hace unas horas y dieron la orden de que los entes espirituales debemos aguardar a que el peligro pase. Y con entes espirituales también nos referimos a ustedes. Así que absténganse de hacer algo estúpido hasta que todo esto pase.

Pereza, quien parecía no haber estado escuchando por la poca falta de interés, abrió los ojos desmesuradamente.

—¿Eso qué significa con exactitud, Miguel?

El mensajero permaneció en silencio. Calmo pese a la clara impaciencia de la menor.

—Quiere decir que a partir de hoy quedan libres de sus cargos de manera temporal. Desde ya, no tienen permitido entrar al mundo terrenal en ningún momento del día y permanecerán en Medium el tiempo que la A.C crea necesario. Nadie entra, nadie sale. Y si de algún modo llego a enterarme que desobedecieron estas órdenes directas, el peso de la Ley Capital caerá duramente sobre ustedes.

—Es curioso que eso haya sonado como una amenaza —siseó Envidia con su lengua de serpiente. Pereza permanecía detrás—. Te recuerdo, mensajero, que tú eres el menos indicado para hablarnos de esa manera.

—Soy tu superior, aunque eso te duela —se apresuró a acotar Miguel.

—Y la historia que rige tu reino lo es incluso más. Dudo mucho que los ángeles olvidaran tu traición en la última guerra contra los demonios, con quienes ahora trabajan a la par. ¿O será que los oscuros te persuadieron de ser su nueva marioneta guerrillera?

En un veloz movimiento, el pecado de la envidia acabó entre el ángel y la pared tras ella. Miguel le había arrebatado su daga, y ahora su filo amenazaba con dejar un enorme tajo en el largo y limpio cuello de la castaña.

Pereza se exaltó sin saber qué hacer. Los ángeles podían llegar a ser tan extremistas como para asesinar a sus propias creaciones. No podía arriesgarse a que Envidia saliera de allí herida. O que directamente no saliera.

Intentando guardar la calma, le dirigió una insegura mirada a su mayor solo para que los ojos de la contraria le transmitieran la tranquilidad que necesitaba para reaccionar. Con sumo cuidado, se acercó a la espalda del mensajero y posó su mano en su hombro.

Cuando Soberbia se enamore [✔]Where stories live. Discover now