Capítulo 16

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El ángel alado de rizos incontrolables se hallaba de pie junto al minibar de la habitación, sintiendo todos los pares de ojos puestos en él.

—Lamento venir sin avisar —se disculpó al ver cómo Envidia empuñaba aquella filosa daga—. Pero es de suma urgencia que oigan lo que tengo para decirles.

—¿No podías esperar hasta mañana? —se quejó Pereza cuando su sueño se vio interrumpido por el ser mensajero de Calum.

—Es de suma importancia —recalcó nuevamente Miguel mientras se dedicaba a echar un rápido vistazo al mundano lugar. Sus ojos fueron a parar sobre los de Soberbia, quien se mostraba inmutable e indiferente por su presencia—. Asesinaron al ángel Gabriel hace un par de horas.

Las expresiones de los Pecados decayeron, sumidos en lo tétrico y desesperanzador de la noticia.

El ángel Gabriel era uno de los más grandes y respetados en el reino de Calum. Miembro de la Alta Comisión y comandante del Ejército Espiritual en la primer y última Guerra Celestial. Era casi imposible de creer que lo asesinaran.

—Eso no puede ser cierto —repuso Ira—. De ser así ya se hubiese declarado una convocatoria entre ambas Cámaras de los reinos.

—Y así fue —interrumpió el ángel con el ceño levemente fruncido—. Solo que decidieron que sería a puerta cerrada y nos dejaron a los mensajeros fuera del asunto. Además, no es el único problema.

—¿Qué más pasó?

Miguel permaneció en silencio unos cuantos segundos que parecieron eternos. Todos estaban expectantes a las nuevas —pero no tan buenas— noticias que traía consigo el mensajero. Hasta que, por una mirada amenazadora de Envidia y el ruido molesto que Gula hacía al masticar unos cereales que encontró por ahí, soltó lo que más temía decir.

—A Soberbia lo citaron para declarar sobre el asunto de la humana secuestrada —dejó escapar un suspiro—. La verdad es que cuando me enteré de esto no sabía cómo reaccionar. Jamás creí que alguien tan detallista como tú, Soberbia, iba a dejar pasar algo tan obvio.

—Yo le dije —se quejó por lo bajo Envidia.

—¿En qué estaba pensado el gran Pecado Original cuando vio a esa muchacha en el cementerio? —Soberbia puso una expresión tonta de sorpresa—. ¿Qué? ¿Acaso creíste que la Alta Comisión no se enteraría de que por tu culpa los venatores destruyeron Medium? ¿En serio eres tan inmaduro como para no entender que cada metida de pata tiene sus consecuencias? Ay, Soberbia. Y yo te creía el más listo de los siete.

Soberbia se limitó a formar una línea recta con sus labios. El comentario de Miguel no le dolía, y eso el ángel lo tenía más que claro. Pero lo que era real y tristemente preocupante fue que algo muy dentro de él sintió culpa.

Culpa por saber que, de alguna u otra forma, todo lo que estaban pasando ahora era la consecuencia de su descuido.

—Nada de eso importa ya —Lujuria trató de aligerar el ambiente tenso que se había creado en esa pequeña habitación—. Empezar a buscar al culpable de nuestras desgracias no nos llevará a ninguna parte. Lo hecho, hecho está y nada ni nadie podrá cambiarlo. Miguel, ¿cuándo será el Juicio Espiritual de Soberbia?

—En tiempo mundano —Miguel comenzó a hacer cálculos mentales, levantando cada uno de sus dedos en el proceso—, como mes y medio.

—¿Tanto lo harán esperar?

—Es necesario, Avaricia —admitió—. Con los venatores sueltos intentando penetrar las entradas de los reinos, y sin saber aún cómo fue la lamentable muerte de Gabriel, la Alta Comisión teme por sus propias vidas. No quieren precipitarse tampoco a tomar decisiones erróneas que pongan en riesgo la seguridad de la comunidad.

—¿Y mientas tanto qué haremos? —inquirió Pereza, apenas levantando su tronco de la cama—. Ahora que descubrimos que no solo Rachel corre peligro. ¿De qué modo piensas que enfrentaremos lo que se viene?

—No espero que lo hagan solos. Ustedes son mi responsabilidad. Lo dice la Ley Sexta: «Cae en los mensajeros la responsabilidad de responder ante la Alta Comisión por el incumplimiento de leyes, deberes y reglas a las que son sometidos los Pecados Capitales» Eso me deja en medio de la sentencia de Soberbia y la probabilidad de que salga ileso.

—No necesito que me protejas, Miguel —habló el narcisista Soberbia, quien hasta ese punto de la conversación ya no podía mantenerse callado—. La que necesita que la vigilen día y noche es Rachel Vitae. Esa humana tonta es demasiado confianzuda con las personas que la rodean.

—Además, se quedó sin madre y su hermana menor sigue desaparecida —sumó Gula con el pecho dolorido—. No puedo imaginarme todo lo que debe estar sintiendo justo ahora. ¡Pobre chica!

—De pobre esa chiquilla no tiene nada —escupió Envidia—. Ni una sola lágrima derramó por su difunta madre. Tampoco veo que se preocupe por buscar a su hermana.

—Le pedí que mantuviera la boca cerrada —interrumpió Soberbia, con el corazón en la garganta del coraje que le daba el comentario de la castaña—. ¿Qué crees que hubiera hecho si iba con la policía? Ahora la estarían ametrallando con preguntas cuyas respuestas sonarían ilógicas. ¡Creerían que está loca o drogada!

—¡Pues mejor eso que tener que ser sus niñeras! Sería el problema de alguien más y nosotros no tendríamos que estar tras ella para evitar que la maten.

El rubio se tocó el puente de la nariz, hastiado de lo quejumbrosa que llegaba a ser Envidia. La chica era como una víbora rastrera que, en el momento menos esperado, mostraba sus venenosos colmillos sedientos de sangre y te mordía tan fuerte que te desgarraba la piel.

—Mi mensaje ya ha sido entregado con éxito —al parecer, Miguel no pensaba ser parte de esa extraña riña que congelaba a cada ser vivo en la habitación. Todos estaban pendientes de las miradas asesinas que los dos Pecados mayores se enviaban a través de señales invisibles—. Les avisaré cuando el momento de presentarse ante la Alta Comisión llegue. Mientras tanto, cuiden a esa humana.

—Creí que me dejarían borrar sus recuerdos para liberarla —mencionó Pereza algo confundida.

—Los venatores estaban buscándola en Medium porque para ellos es importante. Aún no sabemos por qué, pero si es relevante para ellos, lo es también para nosotros. Procuren cuidarla y protegerla. Las calles de Narshville ya no son seguras en tanto camine por ellas.

Evitando decir otra palabra, el ángel atravesó la dura pared como si esta no estuviera allí, desapareciendo de la visión de los otros.

—Sigo sin comprender —acotó Envidia, mirando a sus compañeros con una ceja alzada—. Gabriel era uno de los ángeles más entrenados de todo Calum. ¿Cómo pudieron acabar con él de una forma tan sencilla y sin ser vistos?

—Quizás fue uno de los suyos —comentó ahora una somnolienta Pereza—. Los ángeles no son del todo santos, a fin de cuentas.

—Eso o la posibilidad de ser sorprendido por un demonio. Los tratados de paz no sirven cuando hay rencores e intereses de por medio.

—Ira tiene razón —Lujuria se acercó a él para posar una mano en su hombro—. Lo seguro es que con el tiempo nos enteraremos de más cosas que la Alta Comisión les oculta incluso a sus mensajeros.

—Por ahora no nos queda otra solución que acatar la orden que nos dio Miguel —pronunció Soberbia con la expresión muerta, desganado—. Cuidar a Rachel es una prioridad. Haya o no haya votación, Envidia.

La aludida se limitó a enseñarle el dedo medio. Soberbia le dedicó una sonrisa socarrona.

—Te detesto —le dijo él.

—Igualmente —respondió ella.

Y los otros cinco Pecados se miraron cómplices. Divertidos por la clara enemistad de sus mayores, incluso en tiempos de crisis.

Cuando Soberbia se enamore [✔]Where stories live. Discover now