19.

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Mateo había pensado toda la tarde en su larga charla con Manuel y ahora se encontraba con sus amigos en la cafetería. Mientras ellos reían, Mateo solo pensaba en Manuel. Y es que al fin estaban bien, y eso lo hacía querer sonreír sin parar y acercase a Manuel para mostrarle su mejor versión, así quitarle esa idea que el castaño seguramente ya se había hecho de él. Mateo no era todo eso que demostró con Manuel, no era así y si lo pensaba solo un poco, todo era una simple reacción a que un chico desconocido haya llegado darle vuelta la tortilla.

Camilo se reía con Joaquín y Matías, mientras Mateo fingía prestarles atención, esperando ver a Manuel por la entrada al colegio. Y era inútil esperar, llevaba todo el receso esperando y Manuel nada que aparecía, pero no iba a escribirle, habían hablado toda la tarde y en la mañana solo hubieron unos saludos, desde esa hora estaba desconectado.

— Mateo, Manuel ya llegó —Dijo Camilo.

Los ojos de Mateo se abrieron de par en par, observando con incredulidad a Camilo. No tenía como creerle, nunca hablaba enserio, y Mateo no había visto entrar a nadie que llame su atención al colegio, pero ahora el rostro de Camilo era realmente serio, no había rasgos de que quisiera jugarle una de sus tantas bromas.

— Así me dice Sofi por WhatsApp.

Mateo asintió haciéndose el desinteresado. Si Sofía lo decía, era porque era cierto ¿no?

Y ya no tan desinteresado, Mateo se fue de la cafetería, sin importarle sus amigos. En ese momento solo existía Manuel, Mateo quería verlo, pero sin que se viese tan obvio, sería muy rápido y todos creerían que lo único que Mateo siempre había querido era ser amigo de Manuel y eso no había sido así en un principio, claro que no.

Cuando sus ojos buscaron los de Manu y se toparon, todo el resto del salón no existía. Las piernas de Mateo no querían moverse a otro lado que no fuese hasta donde Manuel.

Y Manuel, bendito Manuel.

Las comisuras de sus labios estaban arriba, dedicándole una de sus bellas sonrisas. Mateo también quería, quería dedicarle una, y lo hizo, pero sus labios no podían ir arriba, claro que no, sí ya tenía una sonrisa inconsciente de punta a punta.

Maldijo en voz baja la condenada sonrisa de Manuel y aunque quería ir donde el y preguntarle como estaba, no podía todavía. Así que luego de haber quedado como un bobo tomó asiento en su pupitre y mantuvo la cabeza gacha. Ahora tendría que pensar como arreglar eso, Manuel no se merecía recibir siempre lo mismo.

Y si lo pensaba bien, ¿Cómo Manuel podía?, ¿Cómo podía mantenerle una sonrisa así aunque medio mundo estuviera de espectador?

— ¿Me puedo sentar con vos?

Una tensión alertó en su espalda y su cabeza al oír la voz de Manuel preguntándole eso.

Lo miró y solo eso fue necesario para que la mirada firme de Manuel penetrara sus ojos. Mateo sentía que Manuel podía leer sus pensamientos.

— No soy dueño de las sillas.

Mateo vio como a Manuel se le escapaba una sonrisa juguetona mientras se sentaba al lado y quiso irse a su casa y su cama, para soñar con Manuel, era más capaz en los sueños.

— Ayer hablé con mi viejo y quedamos bien —Dijo Manuel, mientras sacaba sus cuadernos y con sus dedos tocaba la punta de un lápiz.

Mateo asintió, mirando el perfil de Manuel y observando cada movimiento que hacía, todo era digno de admirar.

— No soy bueno con las palabras pero si necesitás cualquier día hablar con alguien sobre tus mambos o no sé, algo como lo de ayer, yo te escucho.

De cabeza; TrueplikWhere stories live. Discover now