11.

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—Pe-permiso Manuel

—No

Mateo respiraba irregular. Eran nervios, los más intensos que había tenido.

—Quiero irme, ¿Me dejas pasar? —Pidió el morocho.

—¿Por qué sos tan cobarde Mateo?

—¿D-de qué hablás?

No era necesario que se hiciera el tonto, pero no se podía controlar solo le salía hacerse el desentendido aunque estuviese enterado que Manuel no se lo creía.

Mala idea de su padre que saliera con Manuel mientras ellos terminaban con el asado en su casa. Resulta que ya era costumbre que se juntasen sus familias.

—Yo no muerdo, a menos que vos quieras...

Ahora no se podía hacer el desentendido, no le tiró una indirecta ni un comentario doble sentido, era lo que acababa de escuchar.

Su rostro era un tomate y su corazón no se comportaba, tan fuerte latía que hasta Manuel lo escuchaba, una cosa más a su lista de "Pasar vergüenza".

—S-soy bisexual, no boludo, como para que pase algo entre vos y yo

Ni él mismo estaba enterado cómo le había salido esa línea sin tartamudear. La distancia que existía entre ambos lo tenía así.

—¿Así?, ¿Por qué tus ojitos me dicen otra cosa?

—Manuel, por favor, estamos en la plaza

—¿Ese es el problema?, vení

Manuel lo tomó de la mano y prácticamente lo arrastró hasta un callejón solitario, acorralandolo contra un muro.

—Invades mi espacio personal —Volvió a hablar Mateo con un tono tembloroso.

—Eso no debería existir entre nosotros, dejate querer Teo, deja que te quiera, o al menos conocernos y si no te gusto mandame a la mierda.

Una sensación le apuntó el pecho, su estómago iba como en una montaña rusa y sus manos sudaban.

Las manos de Manuel se dirigieron hasta su cara, acunando su rostro.

Eran centímetros que separaban sus bocas. El corazón de Mateo era una granada, que dentro de poco explotaría.

Se tensó por completo adoptando una posición rígida y recta, que causó una pequeña sonrisa en Manuel.

—¿No me digás que nunca has besado?

Y no respondió, claro y por supuesto que había besado, no a chicos pero debería de ser casi igual, lo diferente era que nadie le causaba tantas revoluciones en su cabeza ni le daba vuelta el mundo, hasta tal punto de odiar el comportamiento de su cuerpo ante la presencia de Manuel.

—D-detente por favor —Suplicó.

—¿De verdad?, deja de escuchar a tu cabeza, decime que querés vos, tu corazón

Mateo cerró los ojos con fuerza, ya sin disimular los nervios que cargaba. Su pecho subía y bajaba, tal vez un poco exagerado y ridículo, pero si, todo lo que le provocaba Manuel era así y lo hacía sentir estúpido.

—Veo que no puedo...

Y Mateo lo interrumpió, con un beso, él lo estaba besando. Manuel no tardó en seguirselo.

1

2

3...

El beso subía de nivel, era una guerra de quien conseguía el mando. Ya no sentía los labios, apenas los de Manuel, se volvían uno solo, pero eso no calmaba el corazón de Mateo, incluso era más la revolución dentro de él.

De cabeza; TrueplikWhere stories live. Discover now