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CÁLLATE


Seth forma una extraña sonrisa en lo que retiene a su amigo. Shawn reprime toda su ira impulsiva cuando otros clientes comienzan a quejarse del escándalo que está haciendo. Raziel, por otro lado, con una calma envidiable, se dirige hacia la zona de preparación para coger papel con el que secarme.

Cuando me las entrega siento la necesidad de decirle que todo se ha ido cuesta abajo, que Seth ya lo ha descubierto, pero no es el momento.

—Ve a cambiarte y vuelve —insiste—. Yo me quedaré aquí...

Pero Shawn vuelve a explotar.

—¡Esto no se quedará así! —grita apuntando en nuestra dirección con su dedo regordete que parece que también tiene músculos ahí— ¡Van a despedirte, imbécil!

Al menos ya no la trae contra mí.

Me marcho del lugar antes de que siga mojando más el piso y alguien resbale. Parece que me he tirado a una fuente para echarme un chapuzón. Voy directo a los vestuarios, mi ropa está toda mojada. Incluso el pantalón está mojado.

Tengo la cabeza hecha un lío porque sé que esta situación Shawn no la tomará a la ligera, si no le fue fácil olvidar que tropezé con él y que manchara su playera, esto menos; por otro lado, están las palabras de Seth. ¿De verdad se refería a que descubrió a Raziel? Es un 99% a que se refería a eso, por lo que no quiero imaginar lo que ocasionará su nueva y jugosa información.

—¿Qué sucedió?

Camille se asoma por la puerta de vestuario.

—Un problema con un cliente. —Le enseño el desastre que soy y me doy cuenta de que mi cuerpo expuesto a la bebida fría ha causado una reacción corporal no deseada en mis pechos. ¡Y la camisa no cubre nada! Me cubro al instante—. Nada grave.

Trato de quitarme la camisa, pero parece que con el líquido está adherida a mí, así que me quedo con el estómago al aire.

—Déjame ayudarte —le escucho decir a Camille reteniendo entre sus palabras cierta risita.

Sin poder ver bien, logro escuchar sus pasos acercándose y luego su mano en mi espalda, tirando de mi ropa para que salga.

Qué vergüenza...

—¿Por qué ese cliente hizo algo así? —indaga dirigiéndose a su casillero. De reojo la veo sacar un pintalabios; no me extrañaría que esté aquí porque la jefa se quejó de su aspecto o algo por el estilo, de esa señora me espero bastante.

Mi sostén está mojado también, pero ese no me lo pienso sacar por ningún motivo.

Ay, Dios... Tengo que confesar que me encanta la lencería con encaje floral. Es delgada, cómoda y linda, lástima que haya decidido ponerme la en el peor día de la historia.

—Se molestó por el sabor de unas bebidas —miento, y para no darle la importancia que yo le estoy dando, añado—: Nada importante.

Reviso en mi casillero si tengo más camisetas, pero dentro nada más está mi ropa de calle y un pantalón de repuesto.

Un resoplido largo y profundo se me escapa.

—Aquí —indica Camille, sacando de su casillero una camisa reluciente y sin ninguna arruga—, puedes usar la mía.

La recibo poniéndome más tímida que de costumbre.

—Gracias.

—No te preocupes —dice al ver que estoy reticente a recibirlo—. Yo casi no la uso. —Termina de retocar sus labios y cierra el locker—. Odio a los clientes prepotentes —suelta de pronto, como si lo que me sucedió le afectara—. ¿Le dijiste algo?

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora