RAZIEL

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Aunque mis sospechas de que Audrey es Agnes no son cien por ciento firmes, llamarla por aquel nombre me resulta algo favorable. Su mirada se torna inquieta, las cejas hundidas y la boca semiabierta. Una mueca que indicaría que está confundida, pero la pregunta es ¿realmente lo está? Audrey ha demostrado ser bastante lista. Aprende rápido y ha sabido usar su apariencia para que la subestimen. Pero ese ha sido el error de todos con los que han tenido el privilegio de tratar con ella, incluyéndome.

—¿Por qué me llamas así?

Su voz, por el contrario a su expresión, no es la de una persona confundida. Suena molesta, como actuaría alguien a quien le han pateado los cojones y quiere aventarse a los golpes en venganza.

Señalo con mi barbilla la copia del certificado de nacimiento.

—Es lo que dice la hoja.

—¿Y eso qué? —espeta más molesta que antes.

Su voz es cargada y su postura más distante. La razón de su molestia puede deberse a dos cosas: le fastidia que la llame Agnes o le irrita que la haya descubierto. No quiero que me desprecie, pero si vamos a hablar con la verdad, más vale que así sea. Presionarla es nada más una forma de ver cómo reacciona.

—¿No te parece curioso lo de las fechas de nacimiento?

—Puede ser una coincidencia —defiende, acentuando la arruga en su entrecejo.

—Una coincidencia —repito, pensativo—. Como el que ella y tú se parezcan.

—No soy Agnes —Marca la voz al finalizar y me mira sin pestañear. Es delgada, lo que me hace ver con facilidad cómo su quijada se marca al apretar los dientes.

A este paso va a odiarme. Va a repudiar la presión que estoy ejerciendo sobre ella. Sería una tragedia afrontar su cólera y provocar que se cierre; esto no traería más respuestas, más bien un rechazo como el que ya experimenté. Viendo lo apática que está, y para no recibir otra negativa, contemplo mis opciones y decido ir por otro camino.

—Resulta que te investigué —opto por actuar igual a un conciliador, demostrar cuáles son mis fundamentos.

—Así veo. —Cruza los brazos y se echa hacia atrás—. Vaya confianza la que me tienes.

Su actitud me saca una sonrisa que trato de no enseñarle por completo.

—Si estuviera esa posibilidad en tus manos, también lo harías. ¿O es que ya confías plenamente en mí?

Ella sonríe de vuelta. Mi comentario le ha dado gracia. Ambos sabemos que nuestros principales disgustos se deben a la desconfianza que ha puesto en mí.

—Tienes razón, no confío en ti, por ello también te he investigado. —Su respuesta me sorprende. Sabía que en cierto punto lo haría, pero debo admitir que el escucharlo me da una sensación diferente.

—No esperaba menos de ti —le confieso. Mi cumplido no le hace gracia alguna, así que voy al punto—. Con la investigación conseguí cierta información.

—¿Cuál?

—Vienes de una familia acaudalada.

Emite otra carcajada y baja la mirada negando con la cabeza.

—No puedo creer que digas eso cuando mi madre trabajaba día a día vendiendo los productos de limpieza de su pequeño negocio.

Sigue renuente a mis declaraciones.

—Te creo.

Cierto destello de sorpresa se vislumbra en su mirada. Es probable que no esperara mi confirmación. No es de sorprenderse, durante todo este encuentro he estado oponiéndome a ella y ahora debe verme como su enemigo. Pero debo seguir con esto.

INTENCIONES OCULTAS  EAM#2 | PRONTO EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora