PADRE

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Adam y yo hablamos para llegar a un acuerdo, no podía dejar que saboteara a Alejandro.

Adam me dijo que no inventaría nada, sólo pondría las cosas en su lugar, él no sería Elizabeth para cubrirle todo lo que estaba haciendo mal.

Adam y yo fuimos a comer mientras hablábamos de eso. De regreso me dijo que quería que fuéramos a su oficina y me dió una caja en el auto, auto que ya había cambiado del que yo conocía. Ahora era uno más costoso, olía a nuevo.

Subimos a su oficina mientras él me contaba su serie favorita. Parecía que nada había cambiado pero era evidente que todo era distinto.

Era el momento perfecto para contarle sobre mi alergia imaginaria al plátano, él me escuchaba serio y actuó triste cuando le conté lo de Michael Jackson pero no soportó más y estalló a carcajadas.

— Es la alergia más interesante que he escuchado. — Abrió su oficina y entramos. — La mayoría de esas historias terminan con un doctor.

— Sí, lo sé. A veces la vida es impredecible.

— Como todas tus historias. — Asintió quedando de pie a mi lado, estábamos frente a su escritorio. — Ábrelo por favor. — Pidió amablemente refiriéndose a la caja.

Asentí, puse la caja sobre su escritorio para apoyarme y la abrí, saqué el contenido y sonreí inconscientemente.

—Subdirector Adam Ferrer. — La leí aún sonriendo.

—Es un ascenso importante y quería que tú me hicieras los honores. — Señaló la placa que estaba en el escritorio, "Subdirectora Elizabeth Ferrer"

Adam quitó la placa de su hermana y fue a guardarla en un cajón, yo puse la de Adam acomodándola con ternura.

—Listo, ahora es oficial. — Adam rió de lo que dije.

—No, todavía no.— Me corrigió. — De hecho me estoy adelantando porque en unos minutos habrá una junta más para decidir si soy digno del puesto. No puedo pasar de pasante a subdirector sin el visto bueno de todos los socios.

—Entiendo.

—Si no quieres subir a tu piso puedes quedarte aquí, no tardaré mucho.

—¿Puedo trabajar desde aquí? — Le pedí permiso. — No quiero que todos me pregunten de qué hablamos o si vas a promoverme porque ya eres el jefe. — El rió.

— Cierto. — Sonrió. —, puedes hacerlo. La computadora no tiene contraseña. — Asentí y Adam salió.

Me senté en la silla y me sentí pequeña, estar trabajando sola, aislada, en un espacio grande es… raro.

Abrí correo para revisar los trabajos pendientes y comencé a hacerlos, había terminado dos cuando la puerta se abrió levemente, yo me asusté. ¿Y si no era Adam?

No quería más problemas así que me oculté debajo del escrito. Este escritorio era grande y me cubría. La puerta se cerró y escuché pasos.

—¿Ana?— Era la voz de Adam, solté el aire y quise ponerme de pie.

De pronto la puerta se abrió de nuevo de golpe, me asusté y regresé a mi escondite.

—Oye. — Era la voz de Alejandro.

—¿No te enseñaron a tocar? — Adam habló con ironía. — ¿Lo mismo le hacías a mi hermana? Y luego dices que tú nunca le diste señales equivocadas. — Se burló.

— ¿Por qué estás haciendo todo esto? — Alejandro sonaba confundido y herido.

—Sólo quiero recuperar la inversión de mi padre y mi hermana, así como también ver las ganancias. — Aclaró.

Soltera divorciadaWhere stories live. Discover now