SEGUNDO GOLPE

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Mi madre nos recibió, había hecho consomé y Adam aceptó encantado. Ambos quedaron encantados mutuamente al instante, mi mamá agradecía que Adam me haya traído de vuelta a la casa, lugar que no me gustaba pisar mucho.

—Así que son compañeros. — Mi mamá sonreía mientras platicaba con Adam.

Ella disfrutaba mucho que Adam comíera mucho, llevaba tres platos y parecía no tener fondo, esa clase de hombres le gustan a mi madre para mí, yo sabía cocinar pero para 5 personas. Mi madre me enseñó las medidas y el sazón para una comida grande pero desde que me casé, sufro mucho con eso, cuando cocino con menos porciones, la comida me sale desabrida. Así que Alejandro debía comer el doble o el triple y lo hacía, así como Carmen cuando me toca cocinar en la casa.

—Sí, compañeros, amigos y amantes. — Adam dijo guiñándome un ojo. Mi madre se rió de ese comentario.

Le había avisado a mi madre que no comentara nada sobre Alejandro, que nadie debía saber que él era mi ex esposo. Pero eso ponía a mi madre nerviosa y comenzó a hablar sin parar, habló de cómo comenzamos la tintorería y cómo todos salimos adelante como familia.

A mi madre le encantaba contar la historia de cuando me metí a la lavadora para supervisar que la ropa se lavara bien, casi me ahogo y me esguincé la muñeca, Adam casi se ahogó con la comida al escuchar eso.

—Está delicioso. — Dijo cuando pudo respirar de nuevo.

—Gracias, ya sabes donde vivo y eres bienvenido cuando quieras. — Mi madre le ofreció sinceramente.

—No hay nada de gente. — Comenté, ni siquiera estaba mi hermano. Y la lavandería estaba cerrada desde que llegamos.

—Abrieron una tintorería aquí cerca. — Me señaló. Estaba totalmente visible desde la ventana. — La gente prefiere ir allá pero no sé por qué. — Adam volteó y el timbre sonó. En lo que mi madre fue a abrir, Adam tecleó algunas cosas en su teléfono.

—Es porque el negocio está en internet, tiene promociones si pides el servicio a domicilio. — Adam regresó a su comida y la vecina entró escandalosamente.

—¡Ana! Oye, venía a verte. — La señora Ricarda estaba feliz de verme, realmente feliz.

—¿Y eso? —Pregunté de forma antipática, yo no era el tipo de mujer que fingía ser amable.

— Quiero presentarte a mi sobrino, tiene un buen puesto y solo tiene dos hijos. Son adolescentes. — Ricarda me miraba esperando alguna reacción de alegría de mi parte.

—¿Adolescentes? — Mi madre preguntó.— Pues… ¿Cuántos años tiene tu sobrino?

—No muchos, casi… — La señora comenzó a hacer cuentas con los dedos. — 47

—¡Oye, no! Mi hija vale más que eso, ¿Crees que una divorciada no vale más que eso? Ella debe juntarse con alguien por amor y no sólo por urgida. — Mi madre estaba avergonzandome, comenzó a empujar a Ricarda fuera de la casa.

Adam comía como si nada.

—¿Escuchaste?— Le pregunté a Adam algo nerviosa y apenada.

Él sacó los papeles y comenzó a leerlos.

—¿Qué? — Preguntó sin tomarme tanta importancia.

— Que soy divorciada. — Hice a un lado mi plato.

— Sí.— Cambió de hoja.

—Lamento no haberlo dicho pero es que…

—Ana. — Adam alzó la vista y su mirada era seria. — ¿Somos novios?

Soltera divorciadaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum