PASADO

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2009

En mi último año de preparatoria todo parecía no tener sentido para mí. Me resigné a que tendría que terminar la universidad con alguna carrera fácil sólo para poder tener un trabajo mejor pagado o por lo menos encontrar un puesto más cómodo y no tener que terminar como mi madre y mi padre que se parten el lomo por sus tres hijos.

Mi padre siempre pasando de un trabajo a otro sin horario fijo, sin ningún seguro o prestaciones.

Mi madre lavando y planchando ropa ajena, me gustaría que siempre hubiéramos tenido una lavandería pero eso llegó con los años. Después de 5 años lavando a mano, pudimos comprar una lavadora decente que no dejara pelusa en la ropa, que tuviera temperaturas para toda clase de prendas y secado.

Antes de eso mi madre era personal de limpieza de algunas empresas pero siempre terminaba muerta de cansancio, yo no quería eso, yo quería un trabajo donde pudiera estar sentada por lo menos, no terminar con los pies punzando y mis manos destrozadas.

—Es cansado hacer tanta tarea. — Me quejé estirándo mi espalda y agitando mi mano por el dolor de escribir tanto tan rápido.

—Pero solo la estás copiando. — Mi amiga, Carmen tomaba de su botella de agua.

—Aun así. — Me encogí de hombros. — Yo no nací para esta clase de cosas. Soy muy tonta para las matemáticas.

—Y para poder entender una obra literaria. — Carmen atacaba de nuevo.

—¡Oye! ¿Por qué dices eso? — Le di un golpe en el hombro. — Sí puedo entenderlas... pero me da pereza leerlas. — Me defendí con un puchero.

—¿Y piensas que así terminarás la universidad? — Alzó una ceja. — Se más realista, no te gusta estudiar y tampoco trabajar. Quieres vivir como una reina, pero es solo un sueño. Un sueño que todos tenemos.

—Algún día. — Empecé mi discurso con un tono inspirador. — Algún día podré estar tranquila. Sabes que después de la escuela tengo que ir a mi casa a planchar la ropa, me mata la espalda. — Seguí estirandome.

—¿Todavía no les alcanza para la plancha gigante? — Preguntó intrigada.

—No tenemos ni la mitad. — Cerré los ojos con fastidio.

—Hace unas semanas estabas emocionada porque faltaba muy poco dinero. — Parecía extrañada.

—Mi hermana tuvo unos problemas. — Miré hacia otro lado molesta. Miré a todos los alumnos que estaban sentados en otras mesas. — De nuevo compró cosas y fueron a cobrarlas a mi casa.

—¿Ahora qué compró? — Preguntó haciendo una mueca de desagrado.

—Compró ropa, zapatos y bolsas. — Cubrí mi cara con desesperación. —¡Ya faltaba poco! — Imaginé la plancha que me permitiría estar sentada mientras la ropa se planchaba.

— No te desesperes. — Se puso de pie mientras que el timbre que indicaba que debíamos entrar a los salones sonaba.

—¿Sabes? Espero nunca tener que trabajar tan duro como lo hago ahora, me duelen los pies de tener que entregar la ropa caminando, son kilos y kilos de ropa, creo que me estoy dañando la cadera. — Me puse de pie, guardé mi libreta y le regresé la suya a Carmen.

—Eso depende de tí. — Se rió. — O estudias duro para tener una buena carrera y facilitarte un poco más el área laboral o te casas con un rico. — Comenzó a reír y yo igual mientras caminábamos a nuestro salón.

—Mi madre dice lo mismo cuando hago que mi hermano me masajee los pies y la espalda en las noches. — Seguimos riendo. —No es mala idea, pero no conozco a nadie rico y tampoco voy a casarme con un viejo.

Soltera divorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora