33: Sigmund

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Horas después, todos junto al jefe ayudaban en la habilitación de camas y alojamiento para que nadie en Isla Mema durmiese a la intemperie. Bocón se ofreció a alojar a Hipo y a Valka en su casa, nunca había requerido de más sitio por lo que la casa era relativamente pequeña, pero la familia no rechazó la invitación sabiendo que Bocón los acogería como nadie.

Valka ya se preparaba para dormir colocando sobre el suelo las mantas que el anfitrión les había proporcionado mientras esperaba a su hijo. Salió a la puerta de la casa y aspiró el aire fresco de la noche que escondía el olor a quemado que aún quedaba en las cenizas del suelo. Aunque los funerales se llevaban a cabo tradicionalmente dos días después de la batalla, muchas familias ya habían incendiados a los caídos iluminando el mar aquella noche con sus barcos. Debido a esto pocas luces quedaban aún encendidas de las casas que se habían mantenido en pie, entre ellas la de la casa Hofferson.

Sosteniendo fuertemente su mano, Hipo hablaba a suaves voces con la rubia que finalmente había despertado. Ella había insistido por una hora entera que se sentía bien, pero su jefe, apareciendo convenientemente, le obligó a quedarse en cama.

Llevaba allí dos horas y pocas palabras le había conseguido a la rubia. La voz que más se escuchaba era la del castaño conversando sobre cosas completamente triviales, y aunque a la rubia la voz de su novio le encantaba, sentía que algo estaba mal y la incomodaba.

Hipo: ¿Segura que no tienes hambre? - preguntó de nuevo señalando vagamente el plato de comida que antes le había ofrecido.

Astrid: No te preocupes... solo no tengo el estómago para comer.

Hipo: Ya...

Astrid: ¿Y tú? ¿Te encuentras bien?

Hipo: Claro.

Astrid: Estás hablando mucho.

Hipo: ¿Como?

La rubia se encogió de hombros sin saber cómo explicarse

Astrid: Sí, hablas mucho y cambias muy rápidamente de tema.

Hipo: Bueno, tú no estás precisamente parlanchina esta noche.

Astrid: Apenas me has hablado de la batalla, no me has informado de los datos, y normalmente es lo primero que haces.

Hipo: Te acabas de despertar después de varias horas de inconsciencia, no quería abrumarte con la tasa de bajas y daños.

Astrid: Sé que no quieres hablar de una cosa en particular, no quieres hablar en general porque eventualmente llegarás a esa conversación.

Boquiabierto, el castaño se levantó de su silla y fue hasta la ventana de la habitación de su novia frente a su cama. Con los brazos cruzados y balanceando las plantas de los pies, intentaba planear como proceder. Como siempre, Astrid Hofferson era un factor imposible de prever.

Astrid: ¿Ya no tenemos poderes verdad? - y la pregunta había llegado.

Hipo: No.

Astrid: Le hemos fallado. La bru... Nyx confió en nosotros y le hemos fallado.

La rubia se tumbó sobre la cama y se giró al otro lado para evitar mirar a su novio y que este viera como sus ojos comenzaban a escocer. No iba a llorar, no enfrente de Hipo, no enfrente de nadie. E Hipo sabía que no quería hablar, no quería que la viera afligida por Nyx pero ese hábito de Astrid debía ser erradicado, pues era toxico. Una mano se coló entre las sabanas y tomó la suya bajo la almohada forzándola a girarse de nuevo y encontrarse.

Hipo también estaba en el mismo estado, pero no reprimió las lágrimas silenciosas. Estaba triste, devastado, estaba en un momento débil y aun así se mostraba a ella así. La escena le recordó levemente a la noche después de la muerte de Stoick, claro que las pequeñas lagrimas del actual Hipo no se comparaban con el llanto del recién coronado jefe.

Cancion de Hielo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora