24: Mentiras divinas

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Comentario importante al final del capitulo.

Hipo: No veo esto muy seguro, Astrid- le advirtió.

Seguían avanzando por el oscuro bosque siguiendo aquella hermosa flor que se movía de un lado a otro. Hipo se había subido la manga de su camisa para poder encender todo su brazo en fuego e iluminar el camino.

Astrid: Tonterías, son los dioses.

El camino cambio repentinamente bajo sus pies, dejó de ser un camino de tierra sólida y se convirtió en uno embarrado. Las largas ramas de los árboles dificultaban el paseo e Hipo y Astrid debían apartarlas rápidamente para ver hacía donde iba la flor.

En un momento dado Astrid apartó una gran cortina de hojas y encontró en medio del oscuro bosque lo que menos esperaba encontrar, una casa. Un pequeña casita de madera de un solo piso y de apariencia antigua. Seguramente a la luz del día sería una vista adorable pero en la oscura noche resultaba algo tétrica e inquietante.

Entonces la flor que reposaba a metros de la casa apareció de nuevo sobre una maceta, antes vacía, que había en el alféizar de la ventana.

Hipo: ¿Desde cuándo los dioses viven en cabañas?

Astrid: No lo hacen- contestó sacando su hacha.

A su lado apareció una silueta oscura que se encontraba apoyada sobre un árbol, divertida viendo la situación de los jinetes de dragones. Ambos no tardaron en darse cuenta de su presencia.

Hipo: No me gusta decir que te lo dije pero te lo dije.

Astrid: No me vengas con esas ahora- se quejó para luego dirigirse a la silueta - ¿Quien eres y qué hacemos aquí?

-Ha sido complicado dar con vosotros dos, y más encontrar un momento para...hablar, pero no podía dejar que vuestros amigos estuvieran cerca. 

Las ramas de los arboles que habían sobre Hipo y Astrid se alargaron hasta a sus pies y los rodearon como serpientes rápidamente para luego ponerlo cabeza abajo. 

-Entonces ¿sigues creyendo que soy los dioses, Astrid?- preguntó con una sonrisa. 

Astrid: Sueltanos, maldita- exigía mientras intentaba mover su hacha para cortar las fuertes ramas pero sus brazos estaban atados a su cuerpo junto con su arma.

Hipo: ¿Qué quieres de nosotros?

-Como he dicho, hablar. Después de esta conversación tal vez me odiais...

Astrid: ¿Más?

-Pero os aseguro que no querréis matarme, os convengo con vida. 

La silueta caminó hasta ellos. Mientras, los árboles apartaban sus ramas dejando que la luz se colara en el claro para iluminar a la mujer. Era una mujer de mediana edad, increíblemente alta, de pelo castaño y ojos violeta brillantes. Su pelo estaba adornado por flores y su ropa estaba llena de hojas secas y enredaderas que se enzarzaban en su cintura. Con un solo movimiento de mano crecieron tras ella una maraña de enredaderas de hojas verdes brillante que formaron rápidamente un sillón. La mujer se lanzó sobre el sillón confiada y soltó un bufido.

-No sabéis el tiempo que llevo de pie hoy.

Astrid: Ve al grano, bruja ¿que hacemos aquí?

-Los dioses no existen- dijo directa y segura. 

Astrid: ¿Que?

-Has dicho que fuera al grano.

Hipo: ¿A que te refieres? ¿Cómo es posible que tengas poderes entonces?

Cancion de Hielo y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora