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Estaba mirando las postales; algo más gordo de lo que recordaba.

Tenía la piel roja por el sol e iba acompañado de una chica que parecía tan poco aseada como su pelo.

Estaba allí, en Santorini.

Los llaveros se le cayeron de las manos y golpearon en el suelo con gran estruendo.

—Siento haberte dejado tanto tiempo —oyó decir a Zayn desde alguna parte.

Se agachó rápidamente para recoger los artículos.

—Niall, ¿qué sucede? Tienes mala cara.

—Es él —dijo Niall en un susurro—. Ese es Jackson.

Jackson se volvió en ese momento, miró a su alrededor y se encontró con la implacable mirada de Zayn, que lo taladraba con los ojos.

Al ver quién lo acompañaba su expresión se transformó en una mueca de pánico. Le dio un tirón a la chica, que se estaba probando unas gafas, y salió de la tienda a toda prisa.

La joven huyó con las gafas puestas sin haberlas pagado siquiera.

—Quédate aquí —le dijo Zayn y después le dio una orden a la dueña de la tienda antes de salir a buscar a Jackson.

Un momento después la mujer le llevó una silla a Niall e insistió en que se sentara. Le ofreció una botella de agua y Niall se lo agradeció mucho. Todavía no se había recuperado de la impresión.

¿Cómo era posible que ambos hubieran terminado en el mismo sitio, de entre todos los lugares que había en el planeta? ¿Y quién era la chica que iba con él? ¿Otra de sus conquistas por Internet?

La mujer volvió a su lado y le dio una pequeña bolsita de compras. Los llaveros... Zayn debía de habérselos entregado.

Sacó el monedero del bolso, pero la mujer le hizo señas.

—No tiene que pagar —le dijo, sonriente; agasajándolo con la extraordinaria hospitalidad que había encontrado en todos los rincones de aquella hermosa isla.

Unos quince minutos más tarde regresó Zayn. Niall se puso en pie.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó, agarrándolo del brazo.

—Mejor. Gracias. ¿Qué ha sido de Jackson?

—Te lo diré en cuanto estemos solos.

Niall miró a su alrededor y lo comprendió todo.

Se había formado una multitud alrededor de la tienda, un enjambre de curiosos ansiosos por saber qué había pasado. De repente parecía que todo el mundo estaba interesado en los llaveros con cuentas azules y en las postales.

Se volvió hacia la dueña, que estaba ocupada vendiendo toda clase de baratijas.

Efharisto poli —dijo y lo repitió en su lengua materna por si acaso no lo había dicho bien en la de Zayn—. Muchas gracias.

Lover for Money | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora