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Zayn volvió a leer el fax. Había problemas con el papeleo del traspaso del hotel de Darius. El banco necesitaba más firmas. Su firma.

Tendría que volver a Nueva York.

Un día o dos a lo mucho. Niall podía ir con él.

«Te quiero mucho...», le había dicho Niall.

Había intentado disimular con una absurda explicación, pero él no se la había creído ni por un momento.

No podía llevarlo con él. Por mucho que enloqueciera por Niall, por mucho que hubiera deseado hacerlo el padre de sus hijos, lo mejor era que no fuera con él.

De hecho, quizá fuera mejor que lo mandara a casa antes de tiempo. Los omegas vírgenes siempre daban problemas y eso era lo último que Zayn necesitaba.

El viaje era lo que necesitaba en realidad.

Poner algo de perspectiva y orden en su vida...

***

Lo había estropeado todo con un puñado de palabras desafortunadas; toda la cordialidad y la confianza que había nacido entre ellos.

Zayn le había dicho que se iba con un cortante monosílabo y un segundo más tarde ya no estaba.

Se había ido sin más, sin mirar atrás.

Sólo iban a ser un par de días, pero las cosas ya no volverían a ser igual.

Lo único bueno era que así le sería más fácil decir «adiós». Zayn no deseaba que se quedara y ya no había nada que hacer.

Nervioso e incapaz de leer sus libros de historia, Niall fue a dar un paseo por la ciudad con la idea de ir a una pequeña agencia de viajes que recordaba haber visto apartada en un rincón.

Sólo quedaban dos semanas, y lo mejor que podía hacer era informarse de los vuelos a Irlanda. Sin embargo, a pesar de todo, no podía evitar sentirse culpable, como si estuviera obrando a espaldas de Zayn.

Pero eso era absurdo.

Entró en la agencia, decidido a preguntar. De una forma u otra iba a marcharse dentro de dos semanas, así que no le hacía ningún daño a nadie siendo un poco previsor.

De repente vio algo en la portada de un viejo catálogo; una foto de su pueblo en un típico día lluvioso.

Nostalgia. En ese momento sintió mucha nostalgia por su tierra, su hogar, el lugar húmedo y oloroso al que pertenecía. Ese era su sitio, y no una paradisíaca isla donde vivía un alfa que jamás podría ser suyo.

Catorce días y entonces estaría de vuelta en casa.

Lo más sensato, sin duda, era hacer una reserva cuanto antes.

Lover for Money | ZiallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora