Capítulo nueve

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JOY

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JOY

Sábado 24 de septiembre

Una desempleada en la lista negra

Es medio extraño el hecho de tener tanto tiempo libre en mis manos. Tanto, que a veces no sé qué hacer y por eso me paso horas en Caffeine. Me siento en una mesa del fondo, leo algún libro mientras disfruto de un affogato o de unos clásicos Coklatkopis, decoro galletas gigantes que luego me como, converso con Della cuando hay poco movimiento y estudio a los clientes.

Es fascinante la cantidad de cosas que se pueden descubrir de una persona solo con observarla con la suficiente atención.

Yo llamaría observación naturalista a lo que hago aquí, pero Della dice que en realidad es ser cotilla. ¿Acaso yo tengo la culpa de que la gente hable en voz alta y sus voces lleguen a mis oídos? No, pues claro que no. Mi pobre cerebro solo recibe la información sin pedirla, lo que a veces es un problema porque debo resistirme a las imperiosas ganas de intervenir.

Como en este momento, que una chica tiene el rostro hinchado de llorar mientras le cuenta a su amiga, con voz quebrada, cómo le fue el día de ayer en la boda a la que asistió.

—Me importa un bledo si les parezco lamentable por estar sola a mi edad, lo que no entiendo es por qué deben decírmelo todo el tiempo. ¿Por qué el afán de hacerme sentir como que es un pecado? Sí, quizá no soy lo suficientemente atractiva para los hombres, vale. Entiendo el punto. ¿Creen que no lo he pensado antes? A veces me paro frente al maldito espejo y lloro porque no sé qué es lo que está tan mal en mí, ¿nadie va a quererme nunca? También me lo he preguntado. —Sorbe la nariz—. Pero no sé la respuesta y a todos les parece más sencillo decir que estoy sola por mi culpa. ¡Por favor! Si fuera tan fácil como comprar un hombre en el supermercado, ya lo habría hecho.

Siento una opresión en el pecho al escucharla hablar de ese modo. En parte porque también me sentí así en algún momento de mi vida, aunque quizá en diferente medida. Así que la entiendo. Tal vez esta clase de pensamientos pasan por la cabeza de muchas más personas de las que creemos.

Esta vez, juro que lo intento, pero no puedo contenerme de intervenir.

Termino de escribir con el glaseado en la enorme galleta en forma de corazón, tomo el plato y me pongo en pie. En mi camino a la barra, me detengo en la mesa de las dos amigas y deslizo frente a la chica de antes el plato con la galleta.

—Yo no ordené... —comienza a decirme, pero alzo las manos y niego con la cabeza.

—Es un regalo —le sonrío antes de alejarme.

Cuando alcanzo a Della, echo un rápido vistazo hacia atrás. La chica tiene la mirada fija en la galleta que le di y una pequeña sonrisa en los labios.

Eres suficiente. Eres valiosa. No hay nada malo en ti.

Soy una terrible decoradora de galletas, siempre lucen como un desastre, pero espero que el mensaje le haga sentir un poquito mejor. Al menos le sacó una sonrisa, supongo que eso ya es ganancia, ¿no?

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora