Capítulo treinta y tres

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ALEX

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ALEX

Miércoles 4 de enero

Una conversación honesta

Había estado viviendo en una especie de burbuja de felicidad con Joy hasta esta mañana que mi madre me llamó para recordarme que tenemos una conversación pendiente. De modo que le pedí permiso a Della para ausentarme de Caffeine al mediodía y Thad me ha hecho el favor de pasar a recogerme.

—No es que me moleste llevarte, pero, ¿no crees que ya podrías usar tu automóvil?

Termino de abrocharme el cinturón.

—Mi sueldo de mesero no alcanza para llenarle el tanque.

—¿Ni en conjunto con el sueldo de prostituto fino?

Resoplo con amargura.

—Pensé que ya lo habías superado, carajo.

Thad se carcajea.

—Jamás. No hay que dejar que se pierdan las buenas costumbres, primito.

—Vete al carajo, Thady —le digo con una sonrisa—. Anda, deja de fastidiar y mejor concéntrate en conducir. Necesito llegar al maldito Crown. ¿No tenías que tomar la calle que acabamos de dejar atrás?

—Mierda, sí. ¿No pudiste avisarme antes? Ahora vamos a tener que tomar el camino largo.

—Tú eres el conductor, tú pon atención a lo que haces.

—Jódete.

—Jódete tú.

—Tú primero. —Antes de que pueda replicar, Thad sigue hablando—. Me lo debes porque me hiciste quedar como payaso durante dos semanas enteras en Cornerstone.

Me llevo una mano a la frente y me froto las sienes con el dedo medio y el pulgar.

—Ya te expliqué que no dijimos nada para no hacerles las cosas incómodas a ti y a Marigold. Habrían quedado como la tercera pareja en automático, ¿te habría gustado eso?

Thad resopla.

—De todos modos, pudiste contarme y yo habría guardado el secreto.

—Supéralo.

—No quiero. Voy a quejarme en voz alta hasta que me canse.

Cuando más tarde veo el anuncio que reza «El Crown: club de campo y golf», una mueca se apodera de mi cara. No tengo muchas ganas de ver a mi madre, pero quiero zanjar el asunto de una vez por todas.

Tras aparcar el auto, saludamos al guardia de seguridad que conocemos desde pequeños y nos dirigimos al interior del espacioso lobby.

—Señores Hardy, bienvenidos. —Una de las empleadas del club nos saluda con una sonrisa educada antes de dirigirse directamente mí—. Su madre lo está esperando en una de las mesas frente al lago, señor Hardy. ¿Desea que lo guie hasta allí?

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora