Capítulo veintisiete

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ALEX

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ALEX

Desapareció

Sigo a Thad con la mirada mientras él va hasta el minibar de la casa a servirse un trago. Suelto un resoplido y niego con la cabeza, el imbécil se ríe al escucharme. Está ahí, tan tranquilo, como si no hubiera invitado a Joy a pasar las últimas dos semanas del año en la casa de nuestros abuelos en Cornerstone.

—Deja de mirarme y bufar como toro bravo, ¿vale? Lo hecho, hecho está.

—Te dije que no te metieras, Thad —repito lo que he venido diciéndole desde que salimos de Caffeine.

Él chasquea la lengua con un gesto que pretende restar importancia al asunto.

—A ver, Alex, relájate. ¿Acaso le dije a Joy que te mueres por ella? No. Lo único que hice fue proporcionar el escenario para que tengas la posibilidad de ser tú mismo el que se lo diga durante esas vacaciones en Cornerstone.

—Le has lanzado la invitación sin más. Ni siquiera los habían presentado, Thaddeus, por Dios.

Thad bebe de su copa con una tranquilidad desesperante.

—Por eso he hecho ver que son vacaciones en grupo y que la he considerado a ella en el plan porque sé lo bien que se lleva con el resto de ustedes —explica, quitado de la pena—. Y en parte es cierto, ¿vale? Tanto que nadie sospechó de mis intenciones.

—Eso es lo que crees.

—Bueno, es eso o que ella se dio cuenta de la verdad y aceptó ir porque también le gustas.

Muerdo el interior de mis mejillas y aparto la mirada.

—Ya te dije que...

—¡Joder! Deja de repetir el discurso con el que te convences de que callarte lo que sientes por esa mujer es lo mejor. No, no eres un treintón fracasado, Alex. Eres un hombre que ha tenido los huevos para dejar las comodidades e ir en busca de sus sueños a otro país. Eres el mismo que no ha permitido que su madre lo ate a la empresa de la familia por más que ella lo ha intentado. Y sí, ahora no estás teniendo un buen momento como actor, de acuerdo, pero no significa que toda la vida vaya a ser así.

—Thad...

Él vuelve a interrumpirme.

—Y sabes bien que no es como que no tengas en qué caerte muerto. Solo te niegas a tocar el dinero de las cuentas a tu nombre porque crees que usarlo sería como ceder ante la tía Carolyn. Pero, al final, ese dinero es y seguirá siendo tuyo. Es el patrimonio que tu padre construyó para ti, Alex. No para atarte a la empresa, no, es tuyo para que tengas la libertad de hacer con tu vida lo que te haga feliz. —Thad se acerca y pone una mano en mi hombro—. Tienes las posibilidades, Alex, trabaja en tus decisiones. Sobre tu carrera de actor y sobre tus sentimientos por Joy... no esperes a que sea demasiado tarde en ninguno de los casos.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora