Capítulo veinte

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JOY

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JOY

Domingo 27 de noviembre

Las chicas McDaniel

Tomo un respiro profundo y cierro mi cuaderno de finanzas personales. Golpeteo con mis dedos sobre la mesa mientras observo el objeto que acabo de cerrar como si fuera una bomba que, en cualquier momento, terminará por estallarme en la cara.

Es domingo, afuera está nevando y es demasiado temprano como para agobiarme con las cuentas. Creo que puedo hacer la vista gorda por otro rato. ¿Para qué preocuparse de más? Las cosas van a salir bien. Al final siempre lo hacen, ¿no?

Sacudo la cabeza, decidida a no pensar más en ello, y me levanto con la intención de encender el boiler. Quedé de encontrarme con Della en el Mainor Mall a las diez, así que lo mejor será que me dé prisa.

Mientras busco la ropa que me pondré, hago una nota mental para sacar tiempo en la semana para la limpieza. El apartamento está hecho un chiquero, como diría mi madre. Y esta vez es en serio. Creo que no he pasado la escoba en dos semanas y la pila de trastes sucios en el fregadero comienza a tener una altura peligrosa.

Cuando voy a revisar si la temperatura del agua está al punto, mi teléfono comienza a sonar. Lo tomo de pasada y continúo mi camino mientras atiendo a mi madre.

—Hola, mamá. ¿Va todo bien? —pregunto mientras me estiro para girar el maneral del agua caliente que, compruebo enseguida, todavía está fría cuando cae de la ducha.

—Hola, cariño. Me alegra encontrarte despierta tan temprano en domingo.

—Es porque voy a salir con Della.

—Ahora tiene sentido. Pensaba que esta llamada sería inútil y saltaría el buzón.

Chasqueo la lengua.

—De haber sabido que tenía esa carta en mi favor, no te contestaba.

—Grosera.

Rio.

—¿Qué puedo hacer por usted, doña Esmeralda?

—Venir a cenar a casa el próximo viernes.

La invitación me toma por sorpresa.

—¿Es alguna reunión de los Rodríguez a la que me arrepentiré de asistir?

—No, no. ¿Tú eres loca? A tus tías solo se les puede soportar en pequeñas dosis. Suficiente será pasar las navidades con ellas y su veneno.

—La tía Mariana no...

—Sí, sí. Ella no, pero las otras sí.

—¿Por qué no hacemos algo diferente este año y vamos a algún sitio a pasar la navidad? Solo tú, Danny y yo —propongo—. Quizá hasta la tía Mariana, si ella quiere.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora