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Ayayayayayayayayayaya que esto se complicaaaaaaa
Que disfrutéis bellezones míos!

Las calles de la ciudad eran amplias, tanto que al menos podían circular seis coches entre una acera y otra por tan larga distancia

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Las calles de la ciudad eran amplias, tanto que al menos podían circular seis coches entre una acera y otra por tan larga distancia. Había bastante tráfico y realmente apenas podía verse alguna persona caminando.

Vislumbré alguna mujer que llevaba bolsas de compra, caminaba recto, con la mirada fija hacia delante como si supiera exactamente hacia donde dirigirse. También pude atisbar más de una mujer acompañada por niños que corrían a su alrededor o se fijaban en los escaparates de las tiendas. Todo era nuevo para mi y sinceramente podía decir que todo parecía funcionar perfectamente, sino fuera por la falta de vida que existía en aquellas pocas mujeres.

Mi sorpresa de incrementó cuando pase delante de un escaparate en el que mujeres reales lucían prendas que dejaban ver casi por completo su cuerpo. Transparencias donde podían apreciarse sus atributos femeninos a la vista de cualquiera. Cada poco tiempo cambiaban de posición manteniendo siempre el rostro serio, se ladeaban, se giraban, enseñaban su trasero y después volvían a posar de frente. De ellas colgaba una etiqueta con un precio y mi corazón se encogió al saber que eran un producto en venta.

Me costaba creer que tuviéramos precio, me resultaba indignante y aberrante, quizá porque había crecido en libertad, porque a pesar de hacerme consciente de la realidad, verla con mis propios ojos resultaba vomitivo.

¿Cómo había podido degenerar tanto la situación? Mis padres me habían hablando de un mundo muy diferente a este, de una sociedad igualitaria, de un lugar donde nosotras éramos apreciadas, teníamos cargos de importancia y se nos valoraba por nuestra inteligencia y esfuerzo. Saberlo solo hacía que fuera aún más indignante y la cruel verdad golpeaba aún más fuerte mis entrañas cuando veía como a diferencia de ellas, los hombres reían, hablaban y disfrutaban de la vida como si nada.

¿Es que les daba igual lo que pudiéramos pensar u opinar?, ¿Es que no importaban nuestros derechos?, ¿Nuestras opiniones?, ¿Nuestra voluntad?, ¿Cómo habían podido permitir que se legalizara algo así?, ¿Cómo no habían luchado a nuestro lado para prohibir semejante aberración mundial?

Me indignaba. En el momento en el que vi salir a un hombre de avanzada edad con una chica muy joven de aquella tienda, me sentí asqueada y lo peor de todo es que no podía hacer absolutamente nada para salvarla.

¿Por qué yo me sentía el peor ser humano de la historia y a todo el mundo le parecía normal aquella situación?

No les importaba quien compraba a esas jóvenes que seguramente acababan de recibir el azambar tras pasar de niñas a mujeres. Carecía de interés lo que pudieran hacer con ellas o que el hombre que se aprovecharía de su situación podía triplicar su edad.

No había moralidad. No existía el pudor. Todo se centraba en una transacción de dinero por el mejor postor.

Dinero. Poder. Sexo.

C O H I B I D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora