08

21K 1K 613
                                    

STELLA

—Constantine.

—¿Qué?—responde y empieza a acariciar mi espalda desnuda.

—De verdad, ¿eres la mano derecha de Lucifer?

Sí, le hice esa pregunta. Es importante para mí saber quién es realmente Constantine Agatone. Es importante para mí saber que lugar ocupa allá abajo y siento que es muy importante.

En éste momento siento su rigidez y su cuerpo tenso. Tal vez le moleste mi pregunta y mi curiosidad, pero debería ponerse en mis zapatos, no lo conozco del todo y quisiera hacerlo para confiar plenamente en él. Estoy en un momento vulnerable, supongo, en el estado en el que estoy, desnuda, después de terminar de tener sexo, vengo con ésto, puedo entenderlo, quizás no era momento para que yo hiciera mi pregunta, pero no puedo dejar éste momento pasar.

Aún así, Constantine no ha dejado de acariciar mi espalda. Pero lo siento muy tenso, y tiene su vista mirando un punto equis en la habitación.

Trago saliva, nerviosa. Tengo el atrevimiento de subirme en él, y en voltearle el rostro para que me observe a mí. Mi corazón late a millón por lo que acabo de hacer. Sé que Constantine tiene un límite y lo estoy sobrepasando pero ya no me importa mucho, él no me hará daño.

—¿Quién eres?—inquirí, viendo fijamente sus ojos.

Él no es quién dice ser. Él no es la mano derecha de Lucifer, ¿por qué me miente? Sus ojos lo dicen. No me lo ha dicho pero lo veo en sus ojos, la mentira, la frustración. Muerdo mi mejilla.

El demonio posa sus manos sobre mis caderas y me estremece.

—No quieres saberlo todavía.

Mi corazón late lento ahora. Sus palabras retumban en mi mente.

No quieres saberlo todavía.

No quieres saberlo todavía.

—Sí quiero. Te lo estoy preguntando... —digo bajito mirando su abdomen.

Evito su mirada.

¿Es él?

Constantine suspira.

—No, Stella, no puedo decirte—musita seco.

Subo la mirada.

¿Está desesperado y no lo demuestra? ¿Por qué está desesperado?

En un movimiento rápido y sorprendente estoy debajo de él, a su merced, de nuevo, y con una pizca de miedo por la rapidez en la que cambiamos de lugar.

—¿Qué...?

—Stella por favor, no preguntes más.

Constantine se mete entre mis piernas y aprisiona mis manos entrelazando nuestros dedos. Su rostro está muy cerca de mí, siento su respiración y roza nuestros labios.

La situación se vuelve excitante. De nuevo. Quiere que pierda la cabeza por él y olvide el tema.

—Constantine—le llamo, alejándolo un poco de mí para observar sus ojos.

—¿Qué, Stella?

—¿Puedo confiar en ti?

Nos miramos fijamente. Quiero poder confiar en él. Quiero saber que no me dejará caer. Que será mi amigo. Mi amante. Que tendré a alguien con quién contar.

—Puedes. Y lo seré. Seré todo lo que tú quieras que sea, cielo.

Y acto seguido, me besa.

Deja varios besos en mi rostro, besos cariñosos y dulces. Recorre mi cuello besándolo, y me hace estremecer. Estoy bajo a su merced, sin poder moverme, y con la mente repitiendo lo que acaban de decirme.

LASCIVIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora