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STELLA

Termino de hacer un pequeño bolso con ropa para dormir, una almohada ajustable al cuello, unos malvaviscos y galletas que hizo mi mamá hoy.

Hace no mucho Cassiel me llamó y me dijo que pasaríamos la noche hasta la mañana siguiente, iban a hacer algo tipo una fogata y dormir. Me pareció una aventura divertida por vivir. Aún no le había dicho nada a mi madre, Cassiel debería de llegar en diez minutos.

Así que bajé, con el bolso colgado, y me la encontré en el mueble tejiendo. Me senté a su lado y ella observó por segundos el bolso que dejé en el hueco de mis dos piernas.

—¿A dónde irás? —me pregunta tranquila.

—Saldré con un amigo, haremos una acampada por un día.

Ella alza sus cejas y después me mira. Sus ojos se cristalizan un poco.

—A tu padre le gustaba acampar—susurra—. Que bueno que vayas a acampar tú también. Es relajante.

Medio sonrío.

—Lo sé, mamá—recuesto mi cabeza en su hombro—. Acamparemos frente a un lago. Me dijo que la luna llena pegaba ahí y se veía muy lindo.

—¿Llevas traje de baño?

Frunzo el ceño.

—No, ¿por qué?

Me mira extrañada.

—¿No piensas bañarte?—el timbre suena.

—Mhm, no—respondo y ella ríe—. Debe ser él mami, nos vemos mañana.

Dejo un beso sobre su cabeza.

—Está bien Stell, cuídate.

Asiento con la cabeza y me dirijo a la puerta. Cassiel estaba ahí parado vistiendo un mono cómodo y un sweater. Tenía que decir que íbamos prácticamente igual, yo también tenía un mono y un sweater. Nuestros monos eran igual color, negros, pero nuestros sweater de diferente color.

Él mantiene una sonrisa.

—¿Preparada?

—Muy preparada—respondo.

—Perfecto. ¿Puedo?—se refiere a que si puede tomar mi bolso.

—No tranquilo, está bien.

De igual formas, me quita el bolso, me tiende un casco y es cuando caigo en que iremos en su moto.

—No te pasará nada—responde—. Iré con cuidado.

Asiento.

Me coloco el casco, Cassiel se cuelga el bolso de frente y se sube primero en la moto, la enciende y me dice que suba.

Subo la pierna con cuidado para no quemarme con el tubo de escape y ya encima de la moto, rodeo las caderas de Cassiel con nervios.

Avanza suave hasta la carretera y ahí arranca un poco más duro. Siento que las manos me sudan y aprieto un poco más a Cassiel.

Qué vergüenza.

Es la primera vez que me subo a una moto y tengo pánico. Aunque va a una velocidad más o menos moderada. En el transcurso de la carretera, ya salimos de la urbanización donde vivo, él de ha metido por una carretera de piedras, hasta llegar a lo que parece ser un bosque.

Sigue avanzando, con cuidado, yo toda nerviosa porque caímos en huecos y me guardo mis gritos internos.

No es mucho después cuando Cassiel apaga la moto.

—Stella—me llama—. Ya me puedes soltar. Me estoy quedando sin aire.

—¡Ay! ¡Lo siento!

Me disculpo apenada.

LASCIVIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora