4| Me cagué a trompadas con alguien

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¿A quién carajo se le ocurre hacer una juntada un jueves?

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¿A quién carajo se le ocurre hacer una juntada un jueves?

Al día siguiente todos nos lo preguntamos, arriba el cielo nublado y la humedad en el ambiente nos aplastaba las energías, abajo nuestros pies quedaban dos centímetros hundidos en el barro, lo suficiente como para volvernos autómatas sin batería que se movían por simple inercia.

Sin embargo, ahí estábamos un viernes en plena tarde, como si no fuera poco aguantarlos a la mañana, esperábamos para entrar al campo de las bestias, es decir, a la clase de gimnasia. Y estaba imposibilitado de soltar mi sarta de quejas diarias, porque desde la juntada de anoche Cielo no se despegaba de la costilla de Bruno, me había dejado tirado por el tarado ese, para variar.

Alanis llegó impecable con su equipo de deportes y un bolso de más que parecía guardar un cadáver, Milagros y Miranda, aparecieron en la esquina mientras compartían un vaso térmico que, decían, tenía café, aunque yo no les creía un carajo porque se reían hasta de las piedras. Estaban más puestas que el pendejo de Enzo materializándose a mi lado por arte de magia.

El espiral venenoso enroscó el brazo pálido alrededor de mis hombros, se bajó los lentes de sol al puente de la nariz, y me enseñó con sus escleróticas coloradas, que se había metido cuanta cosa ilegal le cayó en frente.

—¿Dormiste bien, Dani?

—Como el orto dormí, Florencio.

Sonrió encorvado por la diferencia de altura, y se acercó a decirme una especie de secreto.

—Eso porque no te fuiste conmigo.

Quité su brazo con poca delicadeza, y me burlé al verlo trastabillar.

—¿Para que nos matemos en la moto los dos? No gracias, los suicidios dobles no me van, prefiero hacerlo solo. —Apretó mi hombro en un intento por sostenerse.

—Si tantas ganas tenés, te puedo hacer el favor.

La seriedad mortal en sus ojos verdes no concordaba con el choque que destensó mis músculos en un instante. Fue la brisa helada que comenzó en mi nuca y me recorrió la columna hasta volverse un cálido suspiro. Soltó una carcajada ante mi cara de espanto, y aprovechó mi descuido para pegarse a mi otra vez, como una garrapata.

« Ugh».

—Pero metete el favor en el culo —gruñí, contra su cara.

Me planteé empujarlo a la mierda, pero dudaba de su capacidad para caminar, me dije que aquella sensación era una consecuencia de no haber conciliado el sueño por su culpa, así que solo me limité a empujar sus lentes de vuelta con fuerza, la rojez de sus ojos no era lo único que todavía me resultaba estremecedor.

Escuché un silbido estridente y la voz de uno de nuestros profesores me reventó la única neurona funcional que tenía, venían directo hacia nosotros.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now