14| Provoqué a un criminal

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Cuando por fin junté valor para pedirle ayuda a Enzo eran las diez

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Cuando por fin junté valor para pedirle ayuda a Enzo eran las diez. Sí, a las diez de un sábado por la noche. Realmente no debería haberme sorprendido cuando escuché la música del antro, pero lo hizo, en especial porque no había demasiados lugares que pasaran esa clase de música en Lihuén.

Soltó una pequeña risa y después dijo que ya venía, me mordí el interior del cachete para no cortarle en ese mismo instante. Oí la puerta de lo que seguro era un baño cerrarse.

—Enzo —suspiré.

—¡Dani, mi rey! ¿Cómo estás? —A pesar de estar en una fiesta sonó preocupado—. ¿Estás bien? ¿Qué necesitas?

Me apreté el puente de la nariz y negué cuando creí escucharlo suspirar de alivio, el sonido del agua corriendo lo ahogó demasiado rápido.

—Estoy bien —murmuré—, pero necesito tu ayuda con algo.

—Decime.

Me sentía ridículo por estar a punto de pedirle eso, porque podía adivinar lo que iba a pensar.

—¿Puedo ir a verte?

Contuvo el aire un momento y soltó una carcajada endulzada por lo que seguro eran una cantidad absurda de estupefacientes.

—Vuelve el rabo arrepentido con el perro entre las patas. —Se burló—. Ay Dani, ¿te quedaste con ganas después de lo de la última vez?

Fruncí el ceño, tenía la sensación de haber visto esa frase en otro lugar, y empecé a toquetear el piercing en mi ceja.

—No es eso, tarado, tenemos que hablar. —Lo corté, antes de que dijera otra idiotez—. ¿Puedo verte o no?

—A ver, dejame revisar mi agenda, rey. —Un ruido de metal tintineando contra el lavamanos y una intensa inspiración después casi pude oír su pulso sanguíneo querer salirse de sus venas—. ¿Te va el martes seis de "andá a apurar a tu vieja"?

—Esto es serio, Enzo, por favor.

Me hubiera gustado decir que rogarle a mi ex drogadicto estaba entre las cosas más humillantes que había hecho ese sábado por la noche.

—Ay, si me lo pedís así —cedió, sentía su sonrisa de satisfacción—. Te espero afuera en diez.

Pero eso ni se acercaba a lo que había sucedido después.

Éxodo no era mi lugar favorito, pero entendía por qué era el de él. Me apuré para buscar algo de ropa decente por debajo de la cama, pero me quedé parado frente al espejo mirando las gruesas cicatrices en mi brazo, recordando la razón por la que yo personalmente lo odiaba. Durante un instante el tiempo pareció desdoblarse y el olor de mi sangre me dio arcadas.

«Necesitaba dibujarlo».

—¿Qué te pasó ahí? —El rostro de Ezequiel se reflejó en el cristal fruncido en confusión, y un rasgo de culpa que no supe identificar, por lo que volví a la realidad.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now