12| Creí en los monstruos

364 49 187
                                    


El colegio Santa Piedad de Lihuén durante la noche no tenía nada que envidiarle a las películas de terror sobre monjas, exorcismos y espíritus malignos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El colegio Santa Piedad de Lihuén durante la noche no tenía nada que envidiarle a las películas de terror sobre monjas, exorcismos y espíritus malignos. En especial con sus cuadros de paisajes que fingían exaltar la vegetación por las que solía caracterizarse al lugar, las ramas torcidas y enredaderas parecían dedos huesudos trepando por las paredes. Además, de las fotografías de alumnos de otros años aún más viejas que estaban corrompidas por la humedad. No quería verlas, no podía cargar con el peso de más de un muerto viéndome con expectación.

Pasamos por el frente de la oficina del director y no pude evitar la vitrina de honor de la institución, juraba que estaba más limpia que todo en ese lugar. Los trofeos y las fotografías se enfilaban en orden ascendente, hacia la cima donde el gesto altivo de Ezequiel miraba a la cámara, estaba tan tenso que podía ver una vena violeta marcarse en su frente, y los ojos le brillaban. Abajo había una placa de metal con su nombre y apellido grabado. Era el orgullo de su tan agraciado padre.

En el pasado, porque ahora estaba muerto.

Sentí el roce de unos dedos sobre el dorso de mi mano y con un escalofrío vi al fantasma asentir hacia el pasillo más lejano. Lo noté más relajado que en ese entonces, sin embargo la tensión en sus hombros no se aflojó al verme caminar a su lado.

Yo era un manojo de nervios.

—No tendríamos que haber entrado —empecé.

Siguió caminando.

—Me siento mal —seguí, escuchaba solo mis pasos y su silencio me ahogaba.

Me ignoró.

—El plan no va a funcionar.

Hacía mucho ruido al respirar de forma superficial.

—Si se activan las alarmas va a venir la policía y... —Doblando la esquina al final del pasillo Ezequiel me jaló de la chaqueta con fuerza para estamparme contra la pared.

—Cerrá la boca —siseó, su aliento me golpeó el rostro, y se inclinó mirando el pasillo de donde veníamos con la mandíbula tensa.

Las venas de su mano.

—¿Escuchás eso? Hay algo.

Solo podía oír el sonido de mi corazón en el pecho y debido a su cercanía esa puta estática en mi cerebro descompuesto.

—No. —También notaba el calor de su cuerpo, me descomponía la diferencia que había al tocar su piel, pero no podía decirlo en voz alta sin quedar como un raro de mierda.

«¿Qué me estaba pasando?»

Fruncía la nariz como si se esforzara en olfatear algo, desvié la vista de su cara solo para caer en los músculos de sus antebrazos. Empezaba a remangarse el suéter y la camisa como si estuviera dispuesto a ponerse a pelear.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now