19| Disfruté el carnaval

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El equinoccio de otoño se celebraba de una forma particular en Lihuén, este año se había atrasado y el gobernador había tenido que apurar los preparativos debido al descontento general

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El equinoccio de otoño se celebraba de una forma particular en Lihuén, este año se había atrasado y el gobernador había tenido que apurar los preparativos debido al descontento general. Durante el fin de semana todos parecían ponerse de acuerdo para tomarse muy en serio el motivo de la festividad: purificar sus cuerpos para ofrecerlos a la Madre Tierra, y recrear de forma metafórica el momento en el que la fundadora había dado a luz a sus tres hijas, bañando con su sangre las mismas tierras que les heredó luego de morir.

O al menos ese era el relato oficial que hicieron circular en esta ciudad. La leyenda que contábamos los pibes era un poco más cruel, decía que el fantasma de esa mujer permanecía anclado a Lihuén por el odio y el resentimiento que le dejó el sabor de la injusticia. Len-Mué era el karma, y la amenaza de que si te ibas a dormir muy tarde o salías a la noche cuando había toque de queda te iba a encontrar para arroparte bajo las lenguas de fuego tal y como lo hizo la iglesia con ella.

Los adultos por lo general consideraban que este era el día perfecto para demostrar que eran buenas personas y realizaban una limpieza en sus cuerpos, bailando, tomando y comiendo todo lo que podían hasta saciar por completo esa tendencia autodestructiva que los incitaba a pecar.

Hasta la policía cerraba los ojos y hacía oídos sordos a lo que sucedía. No convenía andar solo o acercarse a alguna patrulla en medio de la noche ya que nadie podía asegurar lo que te fuera a pasar.

Ignoré una vez más las amenazas de números desconocidos junto a los extraños pasajes de la Biblia y observé la hora a la que Cielo pedía que nos encontremos para ir con los demás. Le respondí con un emoji de payaso y quedamos en encontrarnos en el viejo campanario de la iglesia.

Me bañé con mucha paciencia, refregándome de forma obsesiva los moretones que Bruno me había dejado, con tanta fuerza que seguro los agrandé más. No pude evitarlo, me sentía como un muñeco de trapo.

En cuanto salí con la toalla alrededor de la cintura me picaban los ojos, y me dolía la mandíbula de mantenerla presionada por contener las lágrimas del asco que me daba el simple hecho de existir.

Lorena se había ido a cubrir a una compañera en el trabajo, pero me dejó una nota sobre la mesada de la cocina, al lado de unas empanadas frías que había pedido al delivery el día anterior.

"Si vas a salir con tus amigos COMÉ, y más te vale no caer en el hospital con un coma etílico porque yo estoy en la guardia y lo primero que voy a hacer cuando te vea abrir los ojos es romperte el culo a patadas.

Te ama, tu hermana."

Ezequiel leyó la nota sobre mi hombro y reprimió una mueca de nostalgia.

—Se nota que se llevan bien ustedes.

Fue como si hubiera abierto una ventana, se me puso la piel de gallina, se sumó a la estática que ya me atrofiaba el cerebro. Me llevé una empanada a la boca con culpa, consciente de que los huesos se me marcaban cada vez más y la mordí, dejándola al instante en que me atacaron las náuseas.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now