23| Acepté la ayuda de un fantasma

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En algún momento de la noche las sirenas de bomberos se apagaron, dejando que el día me envolviera lentamente con el ligero olor a humo que entraba por la ventana

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En algún momento de la noche las sirenas de bomberos se apagaron, dejando que el día me envolviera lentamente con el ligero olor a humo que entraba por la ventana. La dueña de la casa se despertó a las cinco de la mañana, y me hice el dormido mientras ella se lavaba la cara antes de salir a trotar.

Trataba de ignorar todos los escenarios catastróficos apilados en mi cerebro, leyendo manga tirado en el sillón. Sin embargo, mi ansiedad ganó y me levanté, sintiéndome como una plaga invasora.

No tenía idea de dónde había ido Ezequiel.

Me fijé que de día la gran sala se notaba bastante desordenada. Había varias bolsas de ropa etiquetadas para donar, artefactos de gimnasio, cajas de cigarros vacías, un par de guitarras y un amplificador viejo lleno de stickers de bandas punk que reconocí a simple vista como las mismas que escuchaba con mi hermana.

Subí las escaleras y terminé en un pasillo largo lleno de fotos de Alanis de niña con el resto de su familia. Todos muy aplicados, habían salido en el diario al menos una vez ya sea por sus logros personales o las circunstancias extrañas que envolvieron sus nacimientos.

Sus padres eran médicos importantes que trabajaban en la Ciudad de Buenos Aires, y rara vez visitaban la provincia, ese era el motivo principal por el que casi siempre tenía la casa sola, sus hermanos mayores Adriena y Catriel la habían criado en su lugar.

Aun así, entre tanta perfección de cartón, resaltaba con exageración la oveja negra de la familia.

Dante Garibaldi.

Choqué con la puerta de su habitación, pintada de negro, llena de pedazos de madera rancia superpuesta con carteles obscenos que no me invitaban a entrar, pero podía ver una franja de luz considerable.

El interior de la pieza era un desastre bastante ordenado que me dijo que su obsesión por el control era un detalle compartido con sus hermanos.

La cama estaba hecha, la ropa doblada sobre una silla, no había ni un centímetro de pared que no tuviera pegado un poster, y en cada esquina había papeles con partituras y snacks de comida. Su escritorio tenía un estante encima con una colección enorme de figuras de anime, además de una caja llena de mini cajas de cigarrillos. No pude evitar que todo ese caos me recordara a los días que había pasado encerrado en la habitación de Enzo, y me odié por considerarlo acogedor.

Dante tenía varias fotos pegadas en una plancha de corcho, con su banda, en el colegio, o en alguna salida con sus amigos, en la última parecían estar en un festival musical.

Dante sonreía mientras abrazaba a Aimé, la hermana de Julián. Catriel y Adriena miraban a la cámara de forma diabólica cerrando la formación delantera. Tras ellos el hermano de Cielo tenía el ceño fruncido, y en el centro Lorena también sonreía viéndose demasiado joven sin las ojeras ni la piel manchada del estrés. A su lado un muchacho con rasgos asiáticos le rodeaba los hombros con un brazo, susurraba aquello que seguro había molestado a Fernando, haciéndola reír.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now