6| Me desmayé por ver sangre

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Mi respiración se mezclaba con el peso de las arcadas, era una mano fantasma trepando por mi estómago y ocupaba todo el espacio de mi garganta, apenas podía respirar

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Mi respiración se mezclaba con el peso de las arcadas, era una mano fantasma trepando por mi estómago y ocupaba todo el espacio de mi garganta, apenas podía respirar. Retrocedí lejos del cadáver, con ligeros temblores en las rodillas, lo único que me mantenía en pie era la visión de la sangre, tan brillante como lo había sido alguna vez el cabello de Ezequiel.

No podía tocarla, ni acercarme a él, por el terror que congelaba mis extremidades. Si alguien me encontraba...

La conciencia sobre lo que veía fue abrumadora.

«¿Cómo mierda le iba a explicar eso a la profesora? Profe, mire me acabo de encontrar un cadáver mutilado en el baño. ¿Puede ir a ver qué onda, o si soy yo el que no puede diferenciar la realidad?»

Era imposible, no se había cometido ningún crimen, estaba flasheando por las drogas que me había metido pensando en Enzo. Imposible, me recordé, a punto de vomitar.

Cerré la puerta con lentitud para suprimir cualquier ruido, y con la vista borrosa por las lágrimas, observé mi ropa vuelta una mierda, también a mis zapatillas llenas de barro, pero sin sangre. Exhalé en mi intento de tranquilizarme, el denso olor metálico mezclado con su perfume caro seguía en el aire. ¿O era el material con el que enceraban el suelo? No importó, porque terminé vomitando bilis en el tacho de basura más cercano.

Por suerte, nadie del piso de abajo me vio caminar por el pasillo, porque estaban todos concentrados en hacer cualquier otra cosa, que nada tenía que ver con mi presencia demacrada. Las porteras apenas habían llegado y tomaban mate en las oficinas, los profesores de a poco se acomodaban a los que iban a ser sus alumnos frecuentes todo el año. Me enderecé y caminé como si nada hacia la puerta principal del edificio, me limpié la boca con la manga de mi campera. Una vez que llegué, visualicé la reja exterior abierta para recibir a los que llegaban tarde, e hice lo que mejor sabía hacer.

Correr.

Un pie atrás del otro, parecía fácil, pero llegué a la entrada en un estado agónico, me iba a desmayar, lo supe por el sudor frío que corría por mi espalda y frente. Algún profesor fumaba contra la pared, justo en el límite donde me había apoyado, miraba su celular, y sin notar mi existencia, me tiró todo el humo en la jeta, pero eso no fue lo que sentí como una patada en los intestinos.

Fue el muchacho que chocó de bruces contra mí, cayó de rodillas entre gemidos de dolor, me hizo ver que tenía el rostro hinchado por los golpes y su camiseta pendía de su cuerpo ensangrentado. Pareció reconocerme, porque extendió un brazo en un pedido desesperado de ayuda, y el mundo entero comenzó a vibrar por los latidos de mi corazón al ver que le faltaban trozos de carne.

Me tropecé hacia atrás cuando él intentó hablar, pero solo logró vomitar sangre sobre mis zapatillas. Llamó la atención del profesor a mi lado, que al verlo juró en nombre de Dios y se me acercó para zamarrear mi cuerpo entre gritos, en ese punto yo no comprendía lo que decía.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now