5| Malviajé con Enzo Florencio

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Enzo intentó liberar los brazos aprisionados por las manos de su hermano, y la única escapatoria que parecía haber encontrado era la muerte, porque acababa de escupirle a esa masa de músculos directo entre los ojos. La sangre le llenó el rostro pecoso de manchas rojas, mientras la gruesa gota de fluidos se deslizaba entre su nariz perfilada y su mejilla, pero para mí ese rostro hacía tiempo había dejado de pertenecer a ese cuerpo.

La realidad se desdobló como un papel arrugado entre mis manos temblorosas.

Se extendieron las brasas ardientes de una imagen que me había obligado a olvidar. La voz de mi madre, vuelta el bramido de un animal herido me había despertado del sueño, los susurros furiosos de mi padre terminaron de traerme a la realidad, yo encarnaba la imagen de un pendejo somnoliento que va a esconderse bajo la cama como un cobarde, porque cree que alguien desconocido entró a esparcir su violencia, a destruirlo todo al levantarle la mano a ella.

Sin saber que el único desconocido vivió con nosotros todo ese tiempo.

—Papá te trajo para que aprendas a comportarte, no para que hagas el ridículo ¡Entendelo de una vez! —La voz furiosa de Ezequiel me arrancó del recuerdo, mi pie se arrastró por el pasto apenas un centímetro, todo mi cuerpo había comenzado a temblar.

Dolía, no podía respirar con propiedad.

—Te molesta que yo haga sin miedo todo lo que vos no te animas a imaginar, Kiki.

—¡Dios, Dani! ¿Te vas a quedar ahí mirando? —La voz exaltada de Alanis se proyectó a mis espaldas como un baldazo de agua fría directo a mis extremidades.

—Vos tampoco estás haciendo nada, Ali —comentó Miranda.

Retrocedí como un intruso al que la policía le alumbra con una linterna, y clavé la vista en mis manos, las líneas enrojecidas se volvían borrosas, junto al latido de mi corazón desdibujado entre el peso de mi respiración errática. Evité las caras que de seguro nos pusieron los entrenadores que se aproximaron a separarlos.

Alanis hizo una mueca.

—¿Vos viste lo mismo que yo? Necesito conservar mi cara intacta para armar el currículum, muchas gracias.

En medio de mi retroceso me choqué con Miranda, que analizaba la escena con una sonrisa divertida entre el cabello despeinado de su coleta. Cielo apareció a su lado, colocó las manos en sus rodillas, agitada por la corrida y no pudo evitar a la rubia confianzuda cuando la usó para apoyarse cruzada de brazos, como si fuera una columna.

—No pensé que se llevaran tan mal... —murmuró.

—Hay que llamar a control animal —rio Miranda, e infló un globo de chicle entre sus labios, para reventarlo en el acto—. ¿Bruno grabaste eso? Hay que subirlo a YouTube.

Ezequiel había arrojado a su hermano al suelo, y los brazos de la entrenadora se interpusieron para hacerle una llave que inmovilizó sus extremidades. Como una criatura a la que le cuesta coordinar movimientos, Enzo se arrodilló para enseñarle el dedo medio, y luego tuvo el reflejo fugaz de pasarse el pulgar por debajo del labio inferior para limpiarse la sangre, lo lamió antes de que Catriel lo ayudara a levantarse.

YO NUNCA |BL|Where stories live. Discover now