Él incondicional

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Me pasé toda la semana aislado. Durante ese tiempo estuve con mi tío, él me enseñó lo básico para hacer las letras de neón. su amor por el trabajo se lee en la manera en que se mueve, con calma y dedicación. 

—El proceso no es nada fácil y no es bueno que gente con ansiedad se dedique a esto —susurró el tío.

—Ya veo —dije y me rasqué la nuca—, hay que tener paciencia.

—Exactamente: paciencia y mano firme —añadió Alberto.

—Pero estoy aprendiendo rápido. Por desgracia no soy un joven muy culto. Por eso tengo que prestar atención antes de hacer cagadas y desperdiciar el material —dije, asustado.

—Así es —dijo el tío mientras tomaba un mate—. Es una labor costosa económicamente y bastante solitaria. No es exactamente soplar y hacer botellas, aunque sí hay que soplar el vidrio, más específicamente los tubitos de vidrio al doblarlos. A su vez, lleva un tiempo importante de aprendizaje.

—No te preocupes, solo tengo que practicar. Con el correr de los días podré trabajar solo sin tu supervisión.

—Cuando me fui a Asunción debías haber practicado... —dijo mi tío arqueando una de sus cejas.

—Gracias a Dios volviste de Paraguay, ahora estoy mucho más preparado para ser un artesano del neón —dije con determinación.

—Volví, porque sentía nostalgia de mi trabajo y de mi vida aquí.

—¿No volverás a Paraguay? —quise saber.

—Sí, iré en diciembre para pasar la navidad y el año nuevo con mi familia. Y tú también puedes ir, si quieres...

—Primero quiero empezar a producir. Tengo que ser capaz de manejar este negocio —dije, mientras le cebaba un mate a mi tío.

—También tenés que entender los procesos técnicos del gas y la electricidad, manejar el soplete, ya el accidente más común en el taller es chamuscarse el pelo, o doblar el vidrio, sino para que el cuerpo asimile y genere memoria de los movimientos —explicó el tío.

—Sí, sí, naturalmente... ¿Podré hacerlo solo?

—Yo no tengo dudas —continuó mi tío—,  solo tienes que controlar tus movimientos impulsivos de tus muñecas.

—¿Quieres que practiquemos una vez más? —pregunté por cortesía.

—Primero comamos algo caliente pues estarás aquí toda la semana hasta que te salga bien —dijo, mientras tomaba el teléfono de la pared.

Con su otra mano sacó dinero de una cajita de metal... Me levanté de la silla.

—¿Por qué no vamos a la pizzería de la esquina?

—Tienes razón, necesito tomar aire —dijo y colgó el tubo del teléfono.

Cuando llegamos nos sentamos en las mesitas que estaban en la vereda. Mi tío pidió una grande de mozzarella y yo pedí media pizza hawaiana.

—No sé como te puede gustar la pizza con ananá —dijo Alberto y sacudió su cabeza.

—¿Qué querés tomar?  —dije en un tono risible.

—Un fernet con cola, con bastante hielo —dijo.

Un visitante inesperado llegó hasta nuestra mesa. Asustado, levanté mi cabeza. Alguien se hallaba profundamente inclinado hacía mí. Luego me puse de pie: ojos grandes y ambarinos con pestañas tupidas, nariz larga, cabello negro y liso.

BALADA DE OBOE  (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑) Where stories live. Discover now