El fin de las dudas

164 48 174
                                    

Leopoldo vió mi rostro enrojecer y mis miradas indiscretas como si fuese que estaría presenciando un entrelazamiento cuántico. Este no tiene análogo en la física clásica por ello la noción de nuestros estados entrelazados era muy delicado y tenue. Y como todas las cosas frágiles requiere precisión y refinamiento.

—El cariño que le tenés a Vladimir se asemeja a un fenómeno de la naturaleza —el pintor se río detrás de nosotros mientras guardaba sus brochas y sus óleos en una maletita de madera oscura.

—¿A mí me lo decís? —exclamó el rubio.

—Por supuesto. Usted siempre le ayuda y también a todos sus amigos. Eres un buen amigo y deberías soltarle la correa.

Moví la cabeza con energía.

—¿Cuál correa? —Leopoldo se habia acercado a la puerta para irse.

—Me voy a cambiar —dijo y resopló.

—¿Te vas a quitar el disfraz? —dijo Leopoldo.

—Usted, estimado, debería saber que no es un disfraz —reaccionó el artista.

Yo contemplaba a Eclipsa cuando se iba a su habitación a cambiarse. La miraba fijamente mientras sentía su exquisito aroma a jazmín.

Vi que Leopoldo había vuelto y este se sentó junto a mí a esperar la transformación más esperada. Cuando Eclipsa volvió, era un muchacho delgado, de cabello negro y ojos ambarinos. Al verlo sentí el cálido rubor de la vergüenza. ¿Pero que podía hacer ahora? Nada más ni nada menos que seguir sentado para apoyar al pobre y confundido Leopoldo.

—Leopoldo, este soy yo —anunció Jey.

En aquel momento me sentí tembloroso, las palmas de las manos las sentía húmedas.

—La verdad que te ves bastante bien... —respondió Leo con fraqueza.

—¡Muchas gracias! —respondió con alegría.

No pensé que todo iría tan bien. Junto a mí, Jey se sentó y apoyó su brazo izquierdo atrás de mi cabeza.

Leopoldo miró fijamente su brazo y dijo:

—Esto parece un fenómeno incapaz de definir, pero muy fácil de predecir.

—Entiendo perfectamente que quieres decir... —Su voz vacilaba, pero Jey se puso serio—. ¿A que vinieron a mi casa?

—La verdad que vine a invitarte a una falsa fiesta para increparte y llenarte de preguntas, pero ahora eso es superfluo —le dijo mi amigo con soltura.

Jey me miró fijamente, este se puso rojo y luego dijo:

—Estoy seguro que no soy la marioneta de nadie... —empezó a decir Jey.

Leopoldo interrumpió.

—Por favor, no haremos nada que tú no quieras. Lo siento, no debí decir esa tontería.

—Entonces, prosiga —dijo Jey con el ceño fruncido.

—El amor que se tienen es como los átomos y las partículas elementales. Mis amigos y yo teníamos dudas sobre los resultados probables, pero infelizmente no tuvimos ninguna certeza y todo se volvió una analogía —explicó Leopoldo.

Jey le sonrió, haciendo caso omiso a lo que realmente mi amigo quería explicar de buena manera.

—Yo no necesito tu aprobación para tener un romance con Vladimir —dijo Jey con una voz cantarina.

BALADA DE OBOE  (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑) Where stories live. Discover now