Evitar el pasado

786 313 323
                                    

Mi tío Alberto había vuelto. Aquí tenía su casa, su taller, con sus muebles y sus máquinas. Él se jactaba de haber vuelto para pasar la última etapa de su vida haciendo lo que mejor le salía. No quiso ser una carga para su familia en Paraguay. Después de todo, allá las cosas se estaban complicando. También dijo que no se sentía cómodo dejándome solo y a la deriva. Pero, también el recuerdo de su hermana lo estaba matando por dentro.

—¿Estás bien, tío?

—Un poco, no sé si alguna vez pensaste que con el tiempo las cosas se irían acomodando solas, que a esta edad la confianza sería algo normal que nace de uno mismo y ¿sabés que nada de esto ocurrió? Mi inseguridad aumenta con los años. Cuando llegué a la ciudad me sentí feliz y cuando me vieron caminar por el barrio, al toque me encargaron este cartel y ahí me sentí útil de nuevo. ¿Por qué aquí me siento así y allá no?  Yo ya no sé que debo hacer, últimamente hay desgracias, así tenga ahorros en el banco o no, a mí las cosas me están saliendo mal, como si una sombra maldita estaría persiguiéndome.

Alberto terminó de hablar y se sentó en un banco de metal. Estaba aletargado.

—Tío, valoro que hayas vuelto, hay cosas que sé hacer y otras que no me salen con facilidad. Me estaba volviendo loco pensando. Tenía miedo de mandarme cagadas con estos cárteles y ¿me quieres dar confianza? Solo ayúdame a progresar sin meter la pata.

Mi tío me ofreció un mate dulce y yo lo acepté. Luego me sonrió.

—Me acuerdo cuando eras un pibito que andaba pateando la pelota en el potrero. Siempre hiciste lo que quisiste. Tu madre rara vez te regañaba y tu padre te dejaba hacer lo que vos querías. Te voy a ayudar y te voy a enseñar el oficio. Pero debes seguir trabajando en la oficina con las promociones vía web.

.....

Al otro día los chicos habían regresado del viaje a la costa atlántica. En la oficina Epifanio contó que se iba a vivir con Encanto. Raquel dijo que la había pasado mal y que la nueva novia de Epi la había dejado sorda porque no paraba de parlotear con su voz de pito. Por otro lado, Leopoldo estaba desesperado por jugar al pocker en línea y Elmer estaba muerto de sueño semidormido sobre su teclado.

—Escucha, Vladimir. No quiero que pienses que me puse celosa porque este boludo se puso de novio en este viaje —dijo Raquel.

Después de unos minutos reaccioné:

—Sabes que eso no me importa. Lo importante que el petiso este feliz. Hago énfasis en la felicidad justamente, porque yo no me siento nada feliz.

—¿Qué es lo que te pasa, Vladimir?

Leopoldo exclamó:

—¿No saben lo que pasó en Anagrama?

—¿No, acaso me perdí de algo? —exclamó Raquel.

—¿No le contaste?... ¡Dale, contale! —me gritó.

—Aguantá un cachito, ¡qué apuro! ¿Viste que esa noche me fui del antro con Eclipsa?

—Sí, te vi irte con la señorita que toca el oboe, te veías muy contento y emocionado esa noche —dijo la pelirroja.

—Ahora bien —continúe—. Sin dudas ustedes se están preguntando: ¿Tuvieron sexo?

—Si, ¿cómo no voy a querer saber?... contame todo por favor —dijo Elmer al acercar su silla hacía mí.

Leopoldo iba a contestar pero optó por callarse y seguir jugando.

—Bueno, al parecer... Eclipsa es trans —les solté.

—Perdóname, pero te vi irte jadeante de Anagrama, todo sobresaltado y super feliz. Ni siquiera saludaste al partir. ¿Fuiste a coger por ahí? —preguntó Elmer con miedo.

—La pucha... ¿y eso que tiene que ver? —bramé confundido.

—¿Pero, cómo te fue? —preguntó Raquel.

—¡Jua! —chilló Epifanio— ¿Significa que es un tipo o qué?

—Que sé yo... no sé bien, él o ella me confesó que se monta como una mujer bonita para el espectáculo, parece que no garpa un tipo un tipo tocando el oboe, garpa una mujer...

—Eso me suena excusa. Yo sé que ella o él gusta de vos, Vladimir. Lo juro. Yo soy mujer y no me equivoco, conozco esa mirada de niña enamorada y esa miradita tenía el sábado cuando estaba contigo —explicó Raquel, entonces.

—Concuerdo con Raquelita —dijo Elmer.

—¡Por Dios, tengan cuidado!... —dijo Leopoldo.

—¿Por qué? —preguntamos ansiosos.

—No sé... Se acuerdan que un día me besó. Vamos a ver porque razón hace esto si en verdad es un hombre. No tiene sentido.

—¿Recuerdas que tu primo Emmett andaba con ella? —dijo la pelirroja mientras posaba una mano en el hombro de Leopoldo.

—Tenés razón —añadió el rubio—, mi primo debe saber algo. Más tarde tendré que llamarlo para indagar... aunque no creo que me aclare las cosas de una. Será difícil que mande al frente a alguien. Es no es así.

—Deberías sondearlo... —exigió Raquel.

—No lo sé, no hablo con él con frecuencia —inquirió Leopoldo—, Emmett siempre fue muy reservado.

—Pibes, la solución es que cambiemos de antro —continuó el petiso—. Ahora que lo pienso esto se sale de los planes, ya que me estoy por mudar al departamento de en frente.

—Ah, no... ahora que vamos a tener la posibilidad de no pasar frío y hacer tiempo en la casa de Encanto para tomar unos cócteles antes de cruzar la calle para ir Anagrama... —cuestionó Raquel negando con la cabeza.

—Cálmate, nena, hay que hacer lo mejor para que nuestro amigo y compañero se sienta mejor —dijo Leopoldo—. Es inútil irritarse con esta persona. De acuerdo.

Hizo una pausa y atendió el teléfono de la pared.

—Esto me dá tanta lástima. Vieron... ¿no se los dije yo que esa Eclipsa me caía super mal? —susurró Raquel.

Los demás no sabían que decir, parecía que también tenían ganas de llorar. Miré el gran reloj que estaba en la pared y me puse a pensar que debía superar todo esto.

—Cálmense, amigos. Si él o ella me usó para explorar su lado femenino... —dije con suavidad—, creo que ya no querrá acercarse a mí, aunque estemos en el mismo lugar.

Miré de reojo y vi que todos me tenían compasión, y no sabía si eso era realmente la lealtad en la amistad. Elmer se puso de pie y me abrazó. Respiré hondo y me sentí mucho más seguro.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
BALADA DE OBOE  (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑) Where stories live. Discover now