Capítulo 75

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La Historia de una Shinobi Absolutamente Audaz (*)

Ayami y Kai jugaban juntos entre risas y gritos, corriendo y dando vueltas por todas partes. 

La mayor corría delante mientras que el pequeño trataba de alcanzarla dando gritos, observados con una mirada dulce de su madre. Junto a ella, un joven de cabello negro y ojos dorados a sus catorce años le hacía compañía. 

-Ayami, no pelees con tu hermano.- pidió la mujer, con una suave sonrisa.

-¡No estoy peleando!- se excusó la niña de nueve años, sonriente. 

-¡Mamá, atrápala! ¡No es justo, Ayami es más rápida!- se quejó el niño de seis, deteniéndose en su lugar para dar una pisotón en el suelo. 

La niña morena se acercó a su hermano por la espalda, lentamente y con las manos tomadas tras su espalda. Le tocó el hombro con un sólo dedo, y Kai lanzó un grito de guerra antes de lanzarse contra la mayor, saltando sobre ella y haciendo que ambos cayeran al suelo. Pelearon entre risas, haciendo que su madre suspirara. 

-Ayami...

-¡Ha empezado él!

-¡Eso no es cierto, Mamá!

El chico de ojos dorados rió cuando la mujer a su lado se llevó la mano a la frente.

-Cada día es una fiesta, ¿eh?

-Sí, una fiesta para ellos.- ambos rieron, y la madre colocó una mano sobre su barriga hinchada.- Espero que también lo sea para este pequeño de aquí.- sonrió con ternura, acariciando su vientre con suavidad.

-¿Ya habéis pensado algún nombre?- inquirió, siendo que ambos ignoraron a los pequeños por un momento.

-Ya sabes cómo es mi marido, no para de pensar en nombres y apuntarlos en el papel más cercano que encuentre.- rió, suave.- La verdad es que no nos importa si es niño o niña. Yo estoy esperando a ver su rostro para saber cuál será su nombre. 

-No queda mucho para que nazca, ¿no?

-No. Pronto lo tendremos aquí llorando y berreando hasta los tres años.

El adolescente rió, tranquilo.

-Sea niño o niña, será un shinobi tan grande como sus padres lo son, así que no te preocupes. 

La madre sonrió con dulzura, y le acarició el cabello oscuro al contrario. Este se dejó hacer, disfrutando del cariño.

-Ojalá te hubiéramos encontrado antes, Akemi.

El de ojos dorados tomó su mano y la envolvió entre las suyas. 

-Aunque haya estado solo antes de dar con vosotros, sois mi familia mucho más que nadie en este mundo. 

La mujer, enternecida, le abrazó, proporcionándole todo el amor y calidez que una madre le podía otorgar a su hijo, ya que aunque no lo fueran en sangre, Akemi compartía con aquella familia el más fuerte de los vínculos. 

De fondo, los niños seguían jugando en la tierra, aunque terminaran llenos de moratones y cortes, y manchados de tierra y polvo hasta las cejas. 

-Iré a preparar la cena.- avisó la madre, haciendo el amago de levantarse. Akemi, sin embargo, se levantó primero y la hizo sentarse de nuevo.

-Ya lo haré yo, no te preocupes. Estos días debes descansar y guardar fuerzas.- la mujer rió.

-Qué servicial. Ten cuidado.

-Venga, no soy un niño.- refunfuñó, haciendo que la contraria sonriera. Él ya estaba entrando a la casa, cuando, cargando sobre un sólo hombro la mochila que había llevado a la misión, un hombre con el cabello azabache y una gran sonrisa en el rostro se presentó ante ellos. 

Genjutsu  (Kiba Inuzuka y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora