Noches inocentes 3

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Cuando Sam cerró la puerta de su habitación, Beto no se contuvo y comenzó a desnudarlo al mismo tiempo que él. Sam no dio niña pega hasta que vio a Beto arrodillarse frente a él.

-Hoy no, cariño -dijo Sam después de darle un beso en la boca -estoy agotado. Fue un día muy pesado. ¿Podemos hacerlo mañana?

-Pero mañana... -viendo como Sam caía rendido sin más. Por fortuna nadie entraba en la habitación sin antes llamar, así que el secreto de que dormían juntos en braguitas permanecía así.

Beto con cierta frustración se puso de pie y se puso una playera larga que usaba como pijama cuando despertaba y salió de ahí. Estaba aburrido y no sabía que hacer. Se suponía que las salidas de ambas madres a casa de su abuela eran la oportunidad perfecta para besuquearse, sin eso aquellas quedadas perdían sentido.

Antes de bajar pasó por la habitación de sus tíos y vio a su tío poniéndose el pijama. Pudo ver un poco de su piel, la suficiente como para saber qué iba a hacer para pasar la noche y no aburrirse. De quedó ahí viendo como su tío cogía una revista y la llevaba hasta la cama a la que se metió y dejó fuera sólo una mano.

-¿Puedo pasar? -interrumpió Beto sin pensarlo demasiado.

-Joder, Beto -dijo asustado su tío -. Sí -dijo su tío acomodando su cama encima de él.

Beto se acercó a la cama y se sentó a un lado de su tío, con la vista en la tele que acababa de ser encendida. Su tío tenía que disimular, también había vuelto agotado de dejar a su esposa y a su hermana en la casa de su suegra luego de volver del trabajo.

-¿Estabas haciendo algo? -preguntó Beto para romper el silencio.

-¿Yo? Nada. Estaba por ver algo en la tele -respondió nervioso su tío.

Beto sintió entre las cobijas una revista para adultos, la miró y sonrió. Vio cómo su tío se avergonzaba y sonrió aún más.

-¿Este era tu plan de viernes, tío?

Beto se postró sobre su tío y puso su mano en su pecho, sintiendo como este se aceleraba cada vez más. Hasta ese momento su tío notó como iba, poco, vestido Beto.

-Beto, ¿qué haces?

-Estoy un poco aburrido -confesó con un tono algo dulce y sensual -. Tu hijo volvió cansado de la escuela y se ha quedado dormido -repasando por encima del pijama el pecho de su tío.

-Ah, pero... -tratando de controlar su respiración, no tanto como su erección que iba creciendo debajo de las cobijas.

-Podemos jugar a la casita -propuso metiendo su mano debajo de las cobijas para llegar hasta su miembro -, tú puedes ser el papá que volvió cansado del trabajo y yo la mamá que te recibe con cariños... -dejándole un beso tímido en la mejilla, sólo para calcular la reacción de su tío y desabotonar el primer botón del pijama. Aquel roce con la piel del hombre hizo que Beto comenzaba a temblar pero no había vuelta atrás, su tío también estaba cayendo lentamente. Su piel era tersa, sus músculos eran firmes y suaves, las tetillas de su tío estaban duras. Su tío seguía resistiéndose a las caricias que su sobrino le daba, hasta que sintió como cogió su mano y la llevó directo a su trasero. Ahí, su tío pudo comprobar lo firme y redondo que estaba. Sintió la cadera curveada por estar recostado de lado y por fin la ternura de los labios carnosos de Beto, hizo que terminara cediendo a lo que ahí estaba por ocurrir. Los besos y las caricias se intensificaron, las timideces quedaron atrás y ambos querían fundirse con el otro.

Beto desveló por fin aquel pecho firme, que se lanzó directo a besarlo. Lamió y mordisqueó aquel pecho firme; beso uno a uno cada pequeño músculo que tenía en su vientre; su tío lo separó y lo volvió a besar, quería saborear aún más ese dulce sabor mientras Beto deslizaba su mano hasta su miembro debajo del pijama.

Sueños HúmedosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt