De un recuerdo (2) ✔️

~Capitulo 9~

—Tu jamás podrás olvidarme. —Levanta la mirada hacia mi dejándome ver que el azul intenso de antes ahora se tornaba totalmente oscuro.

—Ni si quiera sé que hago aquí. —Respondo con una sonrisa, él está tenso, las venas de sus manos alteradas y tal vez su respiración algo agitada.

—Yo tengo pensado otro plato que de seguro está más jugoso... —Toma de su copa de vino y aparta su plato haciéndome señas con dos de sus dedos para que me acerque.

—Me quiero ir. —Intento levantarme, pero mi cuerpo no responde a lo que quiero y simplemente me levanto y me acerco a él, ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿Por que mi cuerpo hace otra cosa?

—Sabes quién soy y puedes olvidar a quien quieras, pero a mí no. —Hace su silla hacia atrás y me siento sobre la mesa frente a él.

—Mi plato favorito no necesita de cubiertos para ser comido... basta con quitar esto. —Arranca mi ropa interior y sonríe oliéndola como si fuera una droga. —Pero esta vez quiero más.

Sonríe y se levanta quitando su cinto y deshaciéndose de su pantalón dejándome ver su miembro erecto, mis muslos se tensan y mi vagina late ardiendo por una sola cosa, tenerlo dentro.

Me toma con el mismo cinto y ata mis manos por detrás de mi espalda sentándose otra vez frente a mi observando mi vagina mientras escupe su miembro y se empieza a masturbar frente a mí, joder...

Estoy mojada y puedo sentir como mi vagina se contrae con cada segundo que el pasa tocándose, sube y baja su mano por todo su falo arqueándose de vez en cuando, se levanta y lo roza conmigo humedeciéndolo mas sin dejar de masturbarse, pero esta vez esos roces me hacen jadear en busca de más contacto.

Con su glande frota mi clítoris y me hago daño intentando soltar mis manos para meterlo de una vez por todas.

—¡Ya mételo joder, follame! —Sin dejar de masturbarse se inclina besando mis pezones, los lame, juega con ellos, los muerde, los hala haciéndome gemir una y otra vez.

—Ruégale a papi que lo haga... —Me toma del pelo levantándome de la mesa y besando mi cuello rozándome aun su miembro en el abdomen.

—¡Follame! ¡Te lo suplico! —Grito entre gemidos. —¡Mierda solo hazlo!

Me gira y de una manera brusca pone mi cara contra la mesa y abre mis piernas hablándome aun de pelo.

—¿Aun no sabes pedirle las cosas por favor a papi? —Me azota. —No te enseñé a decir esas groserías. —Vuelve a azotarme con más fuerza. —A ver el culo de papi...

Siento como abre mis nalgas y ubica su miembro en mi ano haciéndome tensar aún más, no estaba lubricada y él estaba descontrolado...

—Verás, a las niñas groseras se les castiga, jamás se te va a volver a olvidar como hablarme. —Lo ubica con cuidado metiendolo un poco, dolía pero por alguna razón me gustaba, tal vez mi lado masoquista se estaba haciendo presente.