Un año recuperándose de un terrible accidente, uno que marcó un antes y un después en la vida de Verónica Lodge.
Un año desde que la vida como la conocía había desaparecido y en los que había tenido que adaptarse poco a poco a la realidad que ahora...
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Si antes era un hijo de puta. Haberle dicho esas palabras simplemente lo había empeorado todo, no me maltrataba pero cuando pensé que podíamos ser "amigos" en mi ignorancia cabe destacar, las cosas se pusieron más tensas.
—Fuera. —Las chicas en la habitación detienen lo que hacen cuando escuchan a Christian hablar. No era que teníamos la mejor confianza del mundo pero ya me estaba empezando a aburrir de hacer las mismas cosas todo el tiempo y estar con ellas no era tan malo y si, dirán "Pues vete, estas ahí porque quieres" pero es que de solo imaginarlo creo que vuelvo hacia atrás.
—No se muevan. —Digo sin mirarlo y extiendo el vestido al que le habíamos añadido entre todas unas perlas hermosas que le brindaban brillo al mismo.
— ¿Disculpa?
—Disculpado. —Tomo una perla más y una de ellas con cuidado me ayuda a cocerla al vestido dándole así el toque final. El abre la puerta molesto y en pocos segundos dos enfermeros enormes se plantan detrás de el con esas jeringas en las manos que creo que todos odiábamos, ellas dos me miran asustadas y yo suspiro, seria estúpido de mi parte negarme ahora puesto que ellas dos saldrían perjudicadas por mi culpa. —Está bien chicas, yo lo guardo. —Digo mirándolo a los ojos mientras ellas se van casi corriendo evitando a los enfermeros mismos que se van cuando él les hace señas como si fueran perros.
Al retirarse le doy la espalda y me dispongo a guardar el vestido en una bolsa plástica especial para él. En este momento no quería saber del hombre que estaba a mis espaldas y pelear o discutir con el me causaría arrugas en la piel que prefiero evitarme.
—Tienes visita. —Habla detrás de mí y yo suspiro sin responderle, odiaba las mentiras y ya me estaba desesperando el no saber que mierda era lo que escondía. —Y luego tienes una terap...
—Hazla pasar. —Quería ver a mi madre y olvidarme un rato de las ganas que tengo de ahorcarlo y besarlo a la vez, ese sueño no me dejaba en paz y al verlo no sabía lo que quería hacer, si matarlo a golpes o a sentones.
Me siento al borde de la cama con el rostro entre mis manos y al escuchar la puerta las quito con una sonrisa, misma que desaparece al instante.
— ¿Qué haces aquí? —Mi corazón se acelera, mis ojos arden y las cosas empiezan a darme vueltas. — ¡¿Qué haces aquí?!
—Verónica cálmate... por favor, solo déjame hablarte unos minutos yo... yo te extraño. —Espeta asustado desde su lugar.
—No te acerques a mí. —Asiente y yo intento controlar mis lágrimas y el ataque de ansiedad que me produce tenerlo tan cerca. — ¿Quién te dejó entrar, Lincoln?
—T-tu madre dijo que ya estabas dejando que te vieran y cuando lo supe no pude evitar venir corriendo hacia ti, Verónica te extrañé, no sabes el dolor que sentía al verte así, acostada y yo sin poder disfrutar de ti, por favor yo... yo no soy como me recuerdas, yo jamás te haría daño...
