Un año recuperándose de un terrible accidente, uno que marcó un antes y un después en la vida de Verónica Lodge.
Un año desde que la vida como la conocía había desaparecido y en los que había tenido que adaptarse poco a poco a la realidad que ahora...
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—Ya todo está listo señores, llévenlo a su sitio, yo me encargaré de mi saco de papas. —Abro los ojos y manoteo el dedo de Christian que me señala.
—¿Cómo me dijiste? —Pregunto levantándome sosteniendo las sabanas en mi pecho.
—Dije que me encargaría de la mujer más hermosa del mundo. —Sonríe y me extiende un vestido blanco holgado.
—Dijiste saco de papas. —Tomo el vestido dejándolo sobre la cama, debía buscar ropa interior pero el muy menso había recogido todo.
—No sé de qué hablas. —Aprieta sus labios ocultando una sonrisa. Gesto que ya le conozco por todas las maldades que le hace a Jared.
—¿Y dónde está mi ropa? —El señala el vestido. —La interior Christian.
—Tampoco sé de qué me hablas.
Suspiro aguantándome las ganas de ahorcarlo y me coloco el vestido, estaba muy cómoda, pero se veía todo. Hora de molestarlo.
—¿Ya lo notaste verdad? Se transparenta todo... y cualquier ventisca lo puede levantar, espero muchos puedan verlo. —El eleva sus hombros y ahora si quedé pendeja por completo. —¿No te importa?
—Soy capaz de sacarle los ojos a alguien por mirarte, por eso planeé esto muy lejos de los demás, estamos solos y usé tus bragas como tendero. —Golpea mi frente con su dedo y se da la vuelta.
—¿Qué hiciste qué? ¡Christian! —Camina cada vez más rápido hasta subir a la cubierta y saltarse las escaleras hasta la arena. —¡Toxico de mierda!
Corro detrás de él, pero me detienen las escaleras, yo estoy embarazada. Bajo con cuidado y él toma ventaja.
Pero gracias al cielo no pienso con la cuca. Me detengo y pongo una mano en mi vientre, me inclino un poco y dejo que mi pelo tape mi rostro y mi sonrisa.
De reojo veo como su sonrisa se desvanece y casi cae al correr hasta mí.
Denme mi puto óscar.
—¡Veronica! ¿Te duele? Amor debemos irnos, eso puede ser peli....
Se detiene cuando empiezo a halarlo del pelo como dos viejas chismosas de barrio. El cae arrodillado y me lleva con él hasta la arena en donde ambos permanecemos de espaldas en ella.
—Esto es hermoso... —Digo después de unos minutos respirando hondo.
—Lo hermoso van a ser las cogidas que te voy a meter aquí.
Besa mi mano y se inclina hacia mi besando mi mejilla y jugando con mi intimidad expuesta al aire libre.
—¿Que no dejas de pensar en sexo? —Saco su mano y cruzo mis piernas.
—Diría que cuando estoy dormido, pero ahí también estas montándome, en todo caso, nunca te quejas.
—Ay por Dios. —Rio, el me abraza con fuerza y acaricia mi vientre, levanta mi vestido y nos permite ver lo hermoso de mi cuerpo en este estado.
