Doce.

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—Gracias —dije al fin—. Al rato vuelvo, no me esperes a cenar —bromeé.

—No prometo nada.

—Bueno, nos vemos... —musité.

Sin decir una palabra más, sentí los labios de Matt en mi frente. Era la segunda vez que lo hacía y me enloqueció más esa ocasión. Lo rodeé después de sonreírle una última vez y fui hasta el coche de Tyler que esperaba enfrente de la casa de la playa.

Al entrar, la música de The Beatles me hizo volver a la realidad.

—¿A dónde iremos? —le pregunté a Tyler.

—Es una sorpresa —sonrió.

—¡Espero que no sea tan cursi como tú!

—No, nadie me gana —sonrió.

Conversamos todo el camino y pasé un excelente rato, aparentemente la cita estaba siendo un éxito. El coche se detuvo frente a un restaurante que desde a fuera se veía muy lujoso, por un instante deseé ir un poco más formal, no obstante, la presión de la mano de Tyler sobre mi mano, me hizo sentir bien.

El capitán nos llevó hasta una terraza privada después de que entramos al restaurante. Tyler me deslizó la silla para poderme sentar y me sentí un poco sorprendida por su caballerosidad: ese no era el Tyler que yo conocía.

—¿Y qué... tal el clima? —preguntó un tanto nervioso y me eché a reír.

—¿Eso es lo que el donjuán de Tyler Adams empieza a decir en un cita? —pregunté levantando las cejas—. Tyler, no hay razón para que te pongas así —tomé su mano—. Somos amigos, ¿lo olvidas?

Las comisuras de sus labios formaron una sonrisa de alivio.

—Es que tienes la culpa —me espetó—. No sé si quiera cómo hablar contigo.

—¿Yo? ¡Tyler! —reí—. Sé tú mismo, con eso me basta.

El resto de la cena fue de lo más divertido. Tyler era inigualable. Podía charlar con él por horas y horas y no dejaba sorprenderme con sus ocurrencias y lo más importante: ni siquiera se fijó en la guapa mesera que nos atendió, sus ojos estaban sobre mí todo el tiempo: me sentía halagada.

La cena dio a su fin y trajo consigo el regreso a la casa de la playa. Durante el camino seguimos conversando sobre trivialidades y reímos por cualquier cosa: me encantaba el verdadero Tyler.

—Y... ¿habrá una segunda cita?

—La verdad no lo sé —dije clavando mis ojos en los de él—. Aún no ha acabado y todo puede cambiar de aquí a la casa.

—¿Ves? —rió—. No sé ni cómo decirte las cosas, eres extraña.

—¡Gracias, Tyler! Lo que toda chica quiere es que su cita le diga que es extraña —repuse con sarcasmo y no tardamos en reír.

—Sabes que ‘extraña’ es bueno, en este contexto, claro.

—Eso quiero creer —refunfuñé.

Tyler estacionó su coche afuera del garage y el único sonido que había era una vieja canción de Coldplay. Miré por la ventana y suspiré cansada.

—Fue una linda noche , gracias —le dije.

—Lo sé, me divertí mucho: fue diferente a todos mis sábados por la noche.

—Por supuesto que fue distinta: hoy no te drogaste, ni te emborrachaste y durante la cena no fumaste. Es un gran paso, Tyler.

—Ja-ja-ja, ¡muy graciosa! —soltó con sarcasmo.

Para Siempre.Where stories live. Discover now