Treinta y cuatro.

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Los rayos del sol me despertaron y me encontré recostada sobre el pecho de Tyler.

—Buenos días, señora Adams.

Me eché a reír.

—Es agradable despertar así —sonreí.

—Por supuesto, ¿quieres desayunar, ya?

Me iba a negar pero mi estómago rugió de hambre antes de poder contestar algo.

—Creo que sí —dije.

Increíblemente el clóset y los cajones estaban llenos de ropa nueva para mí. Miré confundida a Tyler y él sonrió:

—Vida nueva, casa nueva, ropa nueva...

Puse los ojos en blanco con una sonrisa y tras escoger la ropa, me fui a duchar mientras que Tyler preparaba el desayuno. En cuanto terminé pude oler el aroma de huevos fritos con panceta. Henry ya había despertado y lo encontré viendo televisión.

—Hola, cielo —lo saludé—. ¡FELICIDADES! —le grité estrechándolo entre mis brazos—. ¿Listo para tu fiesta?

—Por supuesto —sonrió.

Desayunamos y dado que ahora sabían mi residencia los invitados, sólo fue cuestión de hacer un par de llamadas para que lo que habíamos ordenado llegara a nuestro nuevo hogar. A medio día todo estaba listo. Tyler estaba afuera con Robert y mi abuelo tratando de encender la parrilla mientras que Elena, Holly y yo estábamos decorando la casa con globos.

En cuanto a mí, me sentía cada vez peor. Me costaba actuar como si nada sucediera cuando por dentro sabía que mi corazón se detendría en cualquier momento. Mi cansancio era cada vez mayor y quería dormir, sin embargo, ver a todos ellos reunidos ahí me hacían seguir de pie. Aspiré una gran bocanada de aire y mi abuela lo notó:

—Hija, ¿te sientes bien?

—Por supuesto —sonreí como si nada aunque esa felicidad no llegó a mis ojos.

El mi teléfono celular sonó y me disculpé para atender al tiempo que Holly metía el pastel que había hecho al refrigerador:

—¿Diga?

—¿Emma? Habla el Dr. Williams.

—Mañana será la operación, ¿verdad?

—Sí.

El médico me explicó los detalles quirúrgicos y las cuestiones económicas que en mi caso, mi seguro cubría. En cuanto colgué me pasé las manos sudorosas por mi vestido azul con lunares blancos y me volví con Elena y Holly que me miraban abrumadas.

—Nada, sólo los detalles de la operación —les dije.

Pronto los invitados empezaron a llegar y la fiesta fue todo un éxito. Los pocos familiares que le quedaban a Henry asistieron y creo que el niño pasó la mejor tarde en años. Matt, Diane y Jill asistieron y en cuanto los vi, corrí a abrazarlos. Las chicas fueron a felicitar a Henry y en cuanto Matt y yo nos quedamos solos, él preguntó:

—¿Qué te tiene preocupada?

—La operación de mañana. ¿Quieres ir a caminar? Tenemos unos minutos antes del pastel —sonreí.

Matt y yo caminamos a lo largo de la playa por un momento en un sepulcral silencio.

—Creo que eres el único que sabe lo riesgosa que es la operación...

—Sí y ojalá no lo supiera.

—No, Matt... me alegro que lo sepas —dije cogiéndolo del brazo—. No me malinterpretes pero así no me siento sola en esto.

Para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora