Veintiocho.

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Después de que al abogado se marchara, mis abuelos aparecieron. Sus rostros reflejaban preocupación y después confusión al verme recuperada y llena de vida.

—Por fin los conozco —saludó Matt a Holly y a James.

—Lo mismo digo —murmuró mi abuela sin despegar sus ojos de mí—. Pero si cuando me hablaste me dijiste que había recaído y yo la veo muy sana...

—Será mejor que Emma se lo expliqué —murmuró mientras entrábamos de nuevo a la casa.

Cuando se lo conté a mis abuelos, no se lo tomaron muy bien. Me dijeron que no era fácil cuidar de un niño: existían gastos, atenciones y responsabilidades. Pero a mi no me importaba, si tenía que trabajar todo el día: debía cuidar de Henry porque estaba el 157% segura que nadie lo haría como yo.

—Bueno, si eso te hará luchar con tu enfermedad, está bien —sonrió James.

—James, esto no es tan fácil y no podrá ella sola...

—Lo sé y es por eso que la ayudaré en lo que necesite...

Abracé a mi abuelo sonriente y le di un beso en la mejilla.

—Gracias, sabía que podría contar contigo.

El resto de la tarde me la pasé buscando departamentos en LA para ir a vivir con Henry. Después de decenas de llamadas telefónicas, encontré un lugar perfecto en el centro. Era un bello apartamento amueblado con paredes blancas y cortinas pastel. Después de charlar con la dueña, firmé un contrato (ese día me la pasé firmando un montón de cosas, si lo podrás notar) y me preparé para mudarme.

—Sigo insistiendo en que te puedes quedar en la casa... —me dijo Matt por novena ocasión aquella tarde.

—Te visitaré, lo prometo —dije abrazándolo.

Las pocas horas de luz que quedaban ese día, guardé mis pertenencias en cajas y maletas y las llevé a mi nuevo hogar. Por la noche las acomodé y cuando ya estaba en mi nueva cama, recé y le agradecí a la madre de Henry por haber confiado en mí.

Al día siguiente fue el funeral de Molly y su madre. Asistimos un momento (Matt, Holly, James y yo) y cuando llegamos al panteón, pude ver a Henry tomado de la mano por una mujer mayor. Nos acercamos y logré captar su atención.

—Hola —articulé sin emitir ningún sonido.

Inmediatamente se soltó de la mujer y me fue a abrazar. Lo cargué y lo estreché con fuerza.

—Te quiero —susurré en su oído.

El funeral fue nostálgico y cuando el ataúd de Molly estaba descendiendo, las voces dolidas de los asistentes entonaron una de sus canciones. Country por supuesto. Finalmente terminó y me acerqué a la mujer con la que había estado Henry antes de que llegáramos.

—Buenas tardes —la saludé.

—Buenas tardes, tú debes ser Emma.

—Sí, ¿y usted es...?

—Laura Thomas, tía de Molly —explicó—. Las cosas de Henry están en mi cajuela, ¿vamos?

Después de recoger las cosas de Henry y de que el niño se despidiera de su tía y que yo le diera mis datos, nos fuimos. El pequeño rubio se la pasó jugando con los dedos de mi mano y yo besándole la coronilla. Me creerás loca pero lo amaba, quería demostrarle cuan importante era para mí cada segundo que pasaba. Ambos habíamos perdido a nuestros padres de pequeños y aunque yo sabía que nunca podía sustituir a Molly, quería ser una madre para él.

Matt nos dejó a mis abuelos, a Henry y a mí en nuestro apartamento y tras subir por el elevador y entrar, conduje al pequeño a su alcoba. Era espaciosa y acomodamos sus cosas el resto de la tarde.

Para Siempre.Where stories live. Discover now