Treinta y uno.

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Abrí la puerta y me encontré a Matt recargado en el marco de la puerta. No me contuve y lo abracé.

—Hey, ¿qué tal el viaje de regreso a la Tierra? —bromeó.

—Bien —sonreí—. Gracias por venir, pasa.

Matt entró y saludó a Henry., después el niño se fue a su alcoba dejándonos solos.

—¿Y cómo va todo?

—De maravilla —dije recogiendo los platos para llevarlos al fregadero—. ¿Te ofrezco un café o...?

La mirada de Matt estaba sobre el reluciente anillo de mi dedo. Inmediatamente lo oculté en la bolsa de mi pantalón y lo miré un tanto ruborizada.

—¿Te casas?

—Sí...

Matt bajó la mirada y me sentí culpable por haberle pedido que me acompañara. Tal vez él había pensado que podía pasar algo entre nosotros.

—Matt, lo siento... me enamoré de los dos, sí, pero no pidas que elija porque será él. Tú eres mi mejor amigo y el chico con los ojos más hermosos del mundo —dije sentándome a su lado y tomando sus manos entre las mías—. Encontrarás a alguien de eso estoy completamente segura... ¿y sabes por qué? Porque lo mereces...

—Gracias, Emma. Aunque me hubiese gustado intentarlo... pero sé que eres feliz a su lado y mientras tú lo seas, todo está bien —sonrió melancólicamente.

—Sabía que lo entenderías —lo abracé.

—Será mejor que nos vayamos —murmuró en mi oído.

Dejamos a Henry con Jill y después nos dirigimos al consultorio. Estaba en el séptimo piso de un lujoso edificio al sur de la ciudad. Llegamos justo a tiempo y no tuvimos que esperar mucho en la recepción porque de inmediato salió un hombre de ojos claros y con cabello canoso a recibirnos.

—¿Emma Forbes?

—Sí —sonreí un tanto nerviosa.

—Pasen.

Entramos al consultorio y nos sentamos frente a un enorme y costoso escritorio de caoba. El doctor tomó asiento y le pasé los resultados de los estudios que me había mandado a hacer días antes. El Dr. Williams, abrió los sobres donde se encontraban los estudios y su expresión permaneció inmutable al principio aunque después frunció los labios. No debía ser nada bueno.

A mi lado Matt observaba atentamente al médico y en cuanto vio la expresión de su rostro, cogió mi mano y la apretó con fuerza.

—¿Cuánto? —dije con la voz temblorosa.

El médico se quitó los lentes y nos miró fijamente. Aspiró aire por la nariz y lo exhaló por la boca.

—No mucho...

—Responda.

—Lo suficiente como para sobrevivir e intervenirte si tuviéramos un corazón pero...

—...lo poco para morir dado que no lo hemos encontrado —completé su oración.

—Te tendremos que intervenir lo más pronto posible, Emma.

—Pero... ¿cómo es posible que no hayan encontrado un corazón aún? —escuché hablar a Matt a mi lado. Su mano seguía sobre la mía—. Está en la lista de espera, ¡ya debió de haber aparecido un donante!

—Efectivamente —coincidió el doctor—. Te explicaré que se podrán necesitar 3000 corazones al año pero sólo llegan 1400 y...

—Y no estoy en esos 1400, ¿no es así?

Para Siempre.Where stories live. Discover now