Dieciocho.

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Estuve tentada a no contestarle, sin embargo, lo hice. Aunque lo aborreciera, una parte de mí le agradaba escuchar su voz.

—¿Emma? —preguntó un poco sorprendido porque haya contestado.

—¿Sí?

—¿Co... cómoestás? —soltó de golpe y su torpeza me hizo sonreír.

—Bien, ¿y tú?

—Bien, ¿y tu abuelo?

—Ya mejor —dije, halagada por su preocupación—, salió bien de la operación y ahora sólo falta la recuperación.

—Me da mucho gusto —suspiró aliviado.

—Gracias por preguntar y... ¡esta llamada te costará una fortuna!

—Sí, lo sé. Tú la pagarás.

—¿Disculpa? —pregunté incorporándome lentamente.

—Prometiste, no, más bien juraste que me llamarías cada noche, que me harías saber todo y que no reprocharías nada cuando fuera a Dublín...

Desencajé la mandíbula.

—¿Estás aquí?

—No, por supuesto que no.

Me sentí aliviada.

—No pagaré la cuenta del teléfono —le advertí.

—¡Bah! Está bien. Bueno, me tengo que ir. Me da gusto que tu abuelo esté mejor. Luego te llamo.

—Está bien —dije antes de colgar.

A la mañana siguiente fui al cementerio y al regresar el desayuno ya estaba listo. Tyler y Holly se llevaban bien y eso me agradaba. Pronto terminamos y nos encaminamos al hospital. Tyler y yo estuvimos un par de horas y en cuanto el doctor nos aseguró que estaba respondiendo bien a los medicamentos y que ya lo habían trasladado a piso nos sentimos más aliviados.

Mi abuela no se despegó con él y nos ordenó que fuéramos a comer por la tarde. Tyler y yo fuimos a un restaurante de comida rápida del centro y después de ordenar un par de hamburguesas, malteadas y papas fritas, fuimos a uno de los muchos parques de Irlanda.

—¡Wow! Estoy tentado a mudarme acá —murmuró Tyler mientras se tumbaba en el césped.

—¡Eres muy caballeroso! —dije luchando porque los batidos no se cayeran.

—¡Oh, lo lamento! —se apresuró a decir y con cuidado me retiró las cosas.

Me senté a su lado y con avidez comencé a comerme mi hamburguesa doble con queso y tocino. La de Tyler era mucho más grande que la mía.

—¡En serio, es asombroso este lugar! —suspiró mientras le daba un sorbo a su batido de vainilla.

—Sí, es lo que más extraño.

—¿Y por qué no nos venimos a vivir acá?

—¿Venimos? ¡Eso me suena a manada!

—Sería divertido —insistió.

—Sí, pero... eres insoportable —reí.

—¡¿Insoportable?!

—Sí, mucho —confesé mientras le daba una mordida a mi hamburguesa.

Tyler negó con la cabeza y con un movimiento rápido y preciso me tacleó y comenzó a hacerme cosquillas.

—¡Basta! —le grité.

—¡Soy un insoportable, ¿lo olvidas?!

—¡Eres un tonto, que es diferente! —dije apartándolo con suavidad.

Para Siempre.Kde žijí příběhy. Začni objevovat