Capítulo Quince

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Con una canción de hip hop a todo volumen y algunas herramientas para ejercicio esparcidas por el suelo, Jordan se encuentra haciendo sentadillas en su remolque. Las gotas de sudor resbalan por su torso mientras su mente repasa una y otra vez la escena de Diana coqueteando con Henry en el teatro. No puede creer que se haya atrevido a ser algo así, nunca ha sido ese tipo de chica. Se siente frustrado y enojado con ella.

Unos toques en la puerta lo hacen detener su rutina y ponerse de pie para abrirle a quien sea que esté tocando.

—Hola, extraño —lo saluda Estela desde la puerta sosteniendo un six pack de cervezas.

—Hola, ¿qué haces aquí? —le responde en tono frío.

—Supe que estabas triste y quise venir a animarte, ¿puedo pasar?

Jordan suspira y, sin más remedio la deja pasar. Estela entra al remolque y toma asiento en el sofá. Le lanza una cerveza a Jordan y luego toma una para sí misma.

—¿Qué te hace pensar que estoy triste? —pregunta Jordan mientras destapa la lata para darle un sorbo.

—El hecho de que tu novia ande en una cita con otro sujeto.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué cita?

—¿Qué no sabías? Pues mira...

Estela saca su teléfono y le muestra la conversación vía mensajes que tuvo con Diana unas horas antes, donde le muestra el vestido que usaría para ir a la fiesta de los padres de Henry.

—Maldición... —másculla Jordan entre dientes.

—Lo siento, solo quería que supieras la verdad. Odio que te mientan de esa forma —declara ella con fingida inocencia.

—Lo mejor será que te vayas, no estoy de humor.

—No pienso dejarte solo después de eso, quiero hacerte compañía.

—Has lo que quieras, iré a darme una ducha —le dice con brusquedad.

Jordan se termina la cerveza y entra al cuarto de baño, cerrando la puerta con furia. No quiere demostrar nada delante de Estela, pero está furioso. Una cosa es que le coquetee a Henry en el teatro solo para molestarlo, pero otra muy distinta era aceptar andar en citas como si su relación ya no existiera. Sus ganas de golpear a Henry en ese momento solo son comparables con sus ganas de insultar a Diana por lo que hizo. Por suerte el agua tibia que cae sobre él sirve para disipar un poco sus impulsos.

Al salir a la sala con la toalla alrededor de su cintura nota que Estela aún está allí, mirándolo como si estuviera a punto de saltar sobre él, después de terminar su tercera lata de cerveza. Piensa en echarla del remolque, pero se detiene a pensar un momento. Talvez no sería tan mala idea que se quedara un par de horas más, después de todo ella ha estado pidiendo a gritos su atención desde hace un tiempo y, si Diana puede andar por ahí con Henry, él puede hacer lo mismo.

—Dime la verdad, Estela, ¿a qué viniste? —le pregunta con voz suave, mirándola directamente a los ojos.

—Tú sabes a que vine —dice poniéndose de pie y caminando hacia él hasta colgarse de su cuello.

Él se queda inmóvil, intentando no inmutarse, pero se le hace una tarea difícil cuando ella empieza a acariciar su pecho con sus uñas.

—Diana es tu amiga —le recuerda.

—Tú también lo eres, y no sería una buena amiga si te dejo solo mientras ella anda de fiesta con otro.

Ese comentario hizo que Jordan se vuelva a tensar, cosa que ella nota y, para intentar relajarlo, decide alzar su cabeza y besar sus labios. Él no responde al principio, pero de pronto la toma por los hombros e introduce su lengua en la boca de ella de forma feroz, con furia. Estela, sin perder tiempo, quita el nudo de su toalla, haciendo que caiga al suelo. Él lleva las manos hasta su trasero, haciéndola saltar para envolver las piernas alrededor de su cintura.

La lleva hasta su cama, sin dejar de besarla. Ambos se dejan caer en el suave colchón, mientras la ropa de ella, unos jeans cortos y un top descotado, empieza a ser arrancado de su cuerpo con desesperación, hasta dejarla totalmente desnuda al igual que él. Los gemidos de Estela, provocados por los besos y caricias que él deposita por todo su cuerpo, inundaron la habitación. Para la pelirroja es un sueño hecho realidad el poder sentir como Jordan la toca, como la penetra y como la hace llegar al orgasmo una y otra vez, hasta verlo caer desplomado sobre ella cuando es su turno de llegar.

Unos minutos después Estela se encuentra complacida sobre el pecho de Jordan, mientras que él no puede dejar de pensar en Diana y en el error que acaba de cometer. Si bien está enojado con ella, por su mente nunca pasó la idea de terminar su relación y mucho menos dejarla por Estela. La furia lo segó y le hizo ceder a sus impulsos. Pero ahora, viendo a su lado a una chica que no le importa en lo más mínimo, lo único que desea es hablar con su novia y arreglar las cosas.

Su teléfono empieza a sonar justo en ese instante. Lo toma de la mesa de noche y, al ver que se trata de Diana, se levanta de la cama, ante la mirada desconcertada de Estela, y sale de la habitación para poder hablar sin que haya interrupciones.

—Hola.

—Hola, quería saber si podemos vernos. Ya no quiero pelear.

—Por supuesto, amor, ¿quieres que vaya a buscarte?

—No, estoy algo lejos, llamaré un taxi.

—De acuerdo. Te esperaré.

Después de esa corta conversación Jordan cuelga el teléfono y vuelve a la habitación en busca de ropa.

—Necesitas irte, Diana viene para acá —le anuncia a Estela mientras se pone unos pantalones de algodón.

—Pues mejor que me vea y sepa de una vez lo que pasó entre nosotros —responde ella cruzándose de brazos.

Jordan la mira por un instante antes de acercarse a ella y tomarla por el brazo.

—Escúchame bien, ni Diana, ni nadie sabrá lo que pasó esta noche entre nosotros, ¿me entiendes? Si te atreves a contárselo sabrás de lo que soy capaz. —La amenaza-. Ahora ponte tu ropa y lárgate o te echaré a la calle desnuda.

Estela lo mira con odio, pero sin más opción, se levanta de la cama y recoge su ropa del suelo.

—No puedo creer que la prefieras a ella después de saber que seguro se andaba revolcando con Henry y quien sabe cuántos más. Pero me las pagaras por esta humillación. —Le advierte mientras se viste y sale de la habitación.

Jordan va tras ella para cerciorarse de que salga del remolque sin más objeciones. Cuando escucha su auto encender y arrancar a toda velocidad, se deja caer en el sofá con un suspiro. Sabe que tiene que cuidarse de ella o lo meterá en problemas. Decide ponerse de pie para arreglar un poco el lugar y luego darse un baño. Después de unos diez minutos escucha que alguien toca la puerta. Se levanta y abre con recelo. Una sonrisa se dibuja en su rostro al ver que se trata de Diana. Ella se abalanza sobre él para abrazarlo.

—Lo siento mucho, no debí actuar con una niña caprichosa. —Se disculpa ella mirándolo a los ojos-. ¿Me perdonas?

—No hay nada que perdonar, yo también fui un idiota —le contesta él abrazándola con más fuerza.

—Te amo.

—Yo también te amo.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora