Capítulo Veintidós

33 12 5
                                    

Una vez que la obra termina y todos los espectadores se van, Félix invita a todo su equipo a un bar cercano para celebrar el éxito de la obra. Allí los elogios y aplausos continúan para Diana, quien sonrojada aún sostiene su ramo de flores. Ulises también está con ellos, viendo cómo Jordan besa entre risas a su novia en los labios, cómo Félix y Henry cruzan miradas con disimulo y cómo Estela toma de su jarra de cerveza de forma grotesca, mientras mira a la pareja con hastío.

—Quiero agradecer a todos ustedes por hacer esta obra posible —dice Félix de repente, alzando su vaso—. Hoy han nacido estrellas y el público ha sido testigo de eso. —Mira a Diana, quien se sonroja—. Quiero que estén muy orgullosos de su trabajo, son los mejores.

Todos, a excepción de Estela, aplauden el discurso. Ella se siente indignada, al ver como todos alaban la actuación de Diana, cuando está completamente segura que pudo haberlo hecho mucho mejor, si tan solo le hubieran dado la oportunidad. Pero claro, Diana siempre debe ser el centro de atención, siempre tiene que acaparar todos los reflectores. Tal vez ella debería dejarles en claro a todos que la señorita perfecta no es tan perfecta, que no todos la quieren tanto como dicen hacerlo. Termina su segunda jarra y la deja caer sobre la mesa, haciendo que los demás dejen de aplaudir al ver su expresión enojada.

—¿Pasa algo Estela? —pregunta el director consternado.

—Es que, yo también quería decir unas palabras —dice con una sonrisa fingida, el hombre le hace una señal con las manos de que proceda con lo que quiere decir—. Quiero felicitar a mi mejor amiga Diana, la estrella de la noche. Ella siempre destaca por sobre todos nosotros, por su disciplina y dedicación. Me alegra saber que mientras yo estuve acostándome con tu novio tú tuviste tiempo para practicar sin ningún tipo de distracción.

Cada uno de los presentes se quedan atónitos al escuchar esas palabras. Ulises ve como la sonrisa de Diana poco a poco se desvanece mientras procesa lo que acaba de escuchar. Ella voltea a ver a Jordan quien traga en seco, haciendo que su nuez de Adán suba y baje en su garganta por el movimiento. Antes de que todos vean sus lágrimas caer, Diana se pone de pie y sale corriendo del bar, seguida por Jordan que llama una y otra vez su nombre intentando detenerla.

Ulises le da una mirada de odio a Estela, quien no lo nota, pues está muy ocupada fingiendo arrepentimiento por lo que dijo, mientras Félix y otros actores la reprenden por lo que acaba de hacer. Él aprovecha esta distracción para seguir a la pareja. Los ve en la acera discutiendo a voces y se esconde detrás de un póster de luz para poder escucharlos sin ser visto.

—Eres un maldito, ¿cómo pudiste?

-Solo fue una vez, te juro que nunca más volvió a pasar.

—¿Crees que me importa cuantas veces fueron? ¡Era mi mejor amiga!

—Estábamos separados y yo estaba enojado, no pensé con claridad ¡perdóname, por favor!

—¡No quiero verte nunca más! ¡Nunca más!

Jordan intenta abrazarla, pero ella no lo permite. Se aleja caminando y él decide no seguirla, se rasca el cabello exasperado y, con expresión furiosa, abre la puerta del bar para entrar nuevamente en él, dispuesto a reclamarle a Estela lo que hizo. Ulises sale de su escondite, caminando con pasos acelerados en la misma dirección que Diana, encontrándola a pocos metros, sentada en la acera, abrazando sus rodillas y llorando desconsoladamente.

—D... Diana —llama su nombre temeroso, ella levanta la mirada para verlo e intenta disimular sus lágrimas.

—Ulises, ¿qué haces aquí?

—Vi lo que pasó, no quería que estuvieras sola —le dice mientras se sienta en la acera junto a ella.

—Gracias.

Diana recuesta su cabeza en el hombro de Ulises, haciendo que las manos del chico comiencen a temblar, como pasa siempre que está cerca de ella. Las esconde en sus bolsillos para que no lo note.

—Él no te merece, Diana —espeta volteando a mirarla.

—Lo sé, es un idiota —responde ella con tristeza.

—Yo jamás te haría algo así, porque yo si te amo de verdad.

Antes de que ella pueda decir algo, él saca sus manos aún temblorosas de los bolsillos y con ellas sujeta su rostro para besarla. Diana se separa de él segundos después de sentir el contacto de sus labios.

—¡Ulises! ¿Qué te pasa? ¿Por qué hiciste eso? -grita con expresión visiblemente enojada.

—Yo... yo...

—Escucha, no sé si eso que dijiste es cierto o si solo piensas que porque estoy vulnerable soy un blanco fácil para llevarme a la cama, pero...

—No, Diana yo jamás me aprovecharía de ti. —Le duele que pueda pensar eso de él—. En... en verdad te amo.

—Ulises, eres un chico muy agradable, pero a penas nos conocemos —le dijo con suavidad. Su expresión ha pasado del enojo a la lástima.

—Tú nunca podrías amar a alguien como yo ¿Cierto? —Ella se queda callada un instante, como si estuviera eligiendo las palabras correctas para contestarle.

—Estoy segura de que hay más de una mujer en esta ciudad que sería feliz de estar contigo, pero en este momento yo no estoy incluida entre ellas.

Ulises se queda mirándola sin decir una palabra, dejando que el dolor en sus ojos hable por él. Diana no puede hacer más que sentirse conmovida y culpable a la vez, por un momento olvida sus propias penas, ¿qué pudo haber hecho para qué este chico creyera estar enamorado de ella?

Definitivamente la noche del estreno de su primera obra importante no ha terminado como ella esperaba. Incapaz de seguir soportando ese incómodo silencio, se pone de pie y le hace señas a un taxi que ve acercándose para que se detenga. Aborda el transporte, mirando por última vez a Ulises, quien aún está sentado en la acera, sin hablar, mirando a la nada.

Ulises camina por las calles en la penumbra de la noche, con el gorro de su abrigo cubriendo su cabeza y las manos en los bolsillos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ulises camina por las calles en la penumbra de la noche, con el gorro de su abrigo cubriendo su cabeza y las manos en los bolsillos. Las palabras de Diana se repiten una y otra vez en su mente, manteniendo viva una herida que probablemente nunca podrá sanar. Fue un idiota por pensar que podría tener una oportunidad con ella, que sería él, el elegido, después de que descubriera la clase de basura que es su novio.

Su teléfono vibra y él contesta sin necesidad de ver el nombre en la pantalla. Sabe exactamente de quien se trata.

—Hola, Verónica.

—Hola —pronuncia esa palabra con su característico tono sensual—. Te oyes más triste de lo normal, ¿pasa algo?

—Le declaré mis sentimientos a Diana y me rechazó —confiesa sin más.

Ella no dice nada por unos segundos que a él se le hacen eternos.

—Sabías que eso era lo más probable, ¿por qué lo hiciste?

—No lo sé, la vi tan triste, acababa de enterarse de que su novio la engañó con su mejor amiga y yo quería consolarla y la besé —explica.

—¿Te vas a rendir?

—Ella nunca me amará. -Un largo suspiro se escucha del otro lado de la línea.

—Ven a mi casa, te mostraré algo.

El club de los amores imposibles (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora